Las pruebas de los reyes dragón, la prueba de Pegembara

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En cuanto llegó la noche, tras encender una fogata, ambos aventureros se sentaron esperando que la tranquilidad de la noche les brinde un descanso suficiente para crear un plan  en el cual estuviesen de acuerdo, y fue durante aquel descanso que Flidewick creyó ver un extraño reflejo en la hierba. Viéndose por dicho reflejo, descubrió un hallazgo maravilloso: se encontraba ante un extraño aparato, similar a las armas que cargaba Felipe pero con un gran disco donde se encontraba el cañón. Dejándose llevar por la curiosidad tocó el aparato, el cual mágicamente se redujo hasta un tamaño ideal para ser transportado por Flidewick.

Notando una serie de extraños símbolos a lo largo del aparato, muy similares a los que se mostraban en los transportadores que usaba en sus viajes, decidió experimentar con la máquina: presionó el gatillo esperando descubriendo  que un árbol cercano fue cubierto por una especie de energía blanca-azulina. Intentado comprender mejor aquel efecto decidió disparar, por segunda vez, para determinar que ocurría con él árbol o si podía iluminar con aquella energía alguna otra cosa… Fue grande su sorpresa al descubrir que el árbol que había sido rodeado por aquella energía se trasladó, literalmente, de lugar. Flidewick comprendió lo que reglamente poseía: una especie de transportador portátil que funcionaba con la misma magia de los portales, aunque este parecía trabajar a corta distancia.

Mostrándole su hallazgo al su compañero, finalmente ambos logaron desarrollar un plan que podría funcionar para obtener la espada, aunque significaría un doloroso reto para el elfo.

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La mañana siguiente Semth derribó la puerta de la casa de su oponente, encontrado a este, listo para la batalla pues había presentido el peligro. Como Semth y el Bayo esperaban, su oponente, quien se presentó como Gadrielis,  había escogido para luchar su espada de cristal.

Flidewick fingió un miedo atroz y gritando como el mayor de los cobardes, corrió aparentemente sin sentido, aunque realmente buscado una posición estratégica dentro de la casa.

La batalla se desarrolló, por tanto, entre un confiado oponente y Semth, a quien realmente le costaba luchar contra el experimentado elfo. Lentamente la pelea, en parte gracias al plan y en parte gracias a la gran capacidad combativa de quien blandía la espada de cristal, se fue inclinando hacia el lado del oponente, llegando a lastimar seriamente a Semth.

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— Flidewick, ¡ahora! — La voz del elfo había sacado de sus recuerdos al Bayo, quien sin perder tiempo, disparó el arma transportadora hacia la espada de cristal, y luego hacia un lugar alejado, tras la ventana, en medio del bosque que rodeaba a la casa.

Sin la espada en sus manos, fuente de poder del elfo, y aprovechando el leve momento de perplejidad de su oponente, Semth metió su mano en el bolsillo encontrando un puñado de unas extrañas bayas doradas que Relianse le había regalado. "Solo crecen en los árboles de Khim, así que úsalas solo cuando realmente sea necesario"

Creyendo que ese era el momento realmente necesario, el joven elfo engulló las bayas, reconstituyéndose casi milagrosamente. Sintiéndose renovado logró, en un rápido movimiento empuñar nuevamente su espada y atacar a su oponente; este sin embargo, al verse privado de su espada de cristal empuñó rápidamente una espada corta de acero que llevaba colgada al cinto.

Habiendo perdido su ventaja, Semth fue notable rival para su oponente, y aunque este exhibía aún grandes habilidades. La lucha se tornó larga y llegó a ser tan pareja, que ambos combatientes mostraron signos de fatiga casi al mismo tiempo. Más fue un recuerdo, un sutil recuerdo en la mente de Semth, lo que le brindó la energía necesaria para asestar violentos y audaces estoques cuando se encontraba al límite de su fuerza.

Las estocadas del joven elfo fueron furiosas y apasionadas, casi una danza perfecta inspirada por la única fuente que podría inspirar aquellos ataques: un amor tan profundo, tan perfecto, que superaría cualquier barrera…en su corazón, Semth sabía aquello. Su oponente  poco a poco fue cayendo hasta que, finalmente, la batalla terminó con un derrotado y humillado Gadrielis.

— ¡Termina de una vez lo que viniste a hacer! — Exclamo furioso al ver que Semth no asestaba el estoque final.

— Eso es precisamente lo que haré — respondió calmado a tiempo que envainaba su espada — hoy vine por tu arma no por tu vida.

Entendiendo aquellas palabras, Flidewick apunto su transportador a la espada que descansaba en las afueras de la casa, y logró llevarla hasta las manos de su compañero. Tan pronto como este sintió el frío del cristal en sus manos, ambos compañeros se vieron transportados ante el consejo de los siete grandes reyes.

— Bien hecho mis jóvenes campeones — Pegembara asintió sonriente por lo logrado — ustedes han logrado lo que creía imposible, ¡han recuperado la espada de cristal! — Tras un breve silencio continuó — y por ello he de hacerles un generoso regalo: podrán conservar los objetos que rescataron. Flidewick Bayo Primero: maneja con tino el aparato que encontraste, pues en tus manos puede logar que se cumpla la profecía que te fue dada— y volteándose a Semth continuó — Y tu, joven elfo, puedes conservar la espada de cristal, mas no es un regalo pues la espada no te pertenece, la espada pertenece a un dueño que aún no se ha revelado y por ello debes prometer, que en cuanto este se revele, le entregaras el arma, pues solo en sus manos revelará el verdadero poder que encierra.

— Lo prometo — afirmo claramente el elfo — si el dueño no es enemigo de mi causa — murmuró para sus adentros.

— Cumplidas las cuatro primeras pruebas — hablaba un gran dragón, quien se sentaba en el trono principal — quedan las tres más complicadas, mas solo se les asignará una más dado que han demostrado su valor, ingenio y coraje… Mañana mis queridos aventureros este consejo les dará una tarea más, aunque esa tarea ya no está destinada a ganarse nuestra confianza, pues esta ya la ganaron, sino que su tarea estará destinada a encaminarlos en el sendero que los llevará a la transformación del semi elfo en portador de la luz.

Sin dejarlos emitir palabra, los grandes dragones dieron a entender que los escoltarían de vuelta a la ciudad, hasta que el consejo de los siete grandes reyes los convocara de nuevo. Nuevamente el grupo tenía un tiempo libre para relajarse y descansar antes de continuar con las tareas que le asignara el consejo.

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— Pensé que estarías aquí — Semth habló tan pronto vio el solitario brillo verde de Relianse.

— De algún modo sabía que vendrías — El hada respondió tímidamente.

Por un instante ambos contemplaron el hermoso paisaje que los rodeaba: la luna bañaba con su suave luz las inmensas casas que rodeaban aquella plaza, reflejándose aquella bella imagen en el agua de la fuente, la cual podría ser una inmensa laguna para ambos.

Sus compañeros dormían o paseaban por la ciudad distraídos ya ajenos a la ausencia de ambos, lo cual les daba bastante privacidad. El silencio del que gozaban, pues a esas horas la mayoría de los dragones prefería la zona recreativa de la ciudad en lugar del centro, les dio la perfecta excusa para comunicarse tan solo con sus miradas, en un silencio que lo decía todo.

Como con aquel maravilloso beso, en aquella mágica ciudad, nuevamente las almas de ambos se introdujeron, gracias a la magia de torrenteri, en el universo creado para ellos dos; fundiéndose en un solo ser y siendo, esta vez, su unión más completa y más profunda que similar a un grito sublime y emocionante que no cesaba de repetir una y otra vez lo mismo: Te amo.

Así en silencio, ambos enamorados, supieron con certeza que habían encontrado a su alma gemela, que no habría barrera que les impidiera sentir aquello; y ambos supieron a la vez, que en aquel mágico mundo que los rodeaba no existía un amor más profundo que el que se profesaban.

Nathalie y los Portadores de los ElementosWhere stories live. Discover now