DIEZ.

780 57 1
                                    

- Pensé que ya te habías ido. -Dijo con indiferencia.

- Lo siento, había fila para entrar al tocador, pero dime, ¿Ya Mr explicarás por qué me citaste?

-Creo que debemos tomarnos un tiempo, y que en este tiempo disfrutes con otra persona.

- ¿Por qué me pides eso, Fernando? -inquirió sollozando

- No hay futuro entre nosotros. ¡Vamos! No quiero que lleves una vida infeliz por mi indiferencia.

- Esto es una broma, ¿no?

- Lo siento... Esto lo hago por ti.

- Mariana se mantuvo en silencio. Su semblante se transformó radicalmente- Está bien Colunga, como quieras. Espero que pienses bien las cosas, adiós. -se levantó y caminó a la puerta esperando que Fernando fuera detrás de ella diciéndole que todo se trataba de una vil broma. Pero no fue así, él se quedó sentado con la mirada fija en su celular, lo cual encendió mas la rabia en ella y salió dramáticamente del restaurante.

-¿Bueno?

- Lucero, Hola -contestó eufórico.

- Señor Colunga, ahora no puedo hablar; estoy conduciendo.

- Espera, ¿en donde estás?

- En la vía principal.

- ¿Ya cruzaste el parque central?

- No, aún no.

- ¿Qué te parece vernos allí?

- ¿Ahora?

- ¡CLARO!

- Es un poco tarde, ¿no lo cree?

- Anda, vamos... La noche aún es joven, además, es viernes.

- De acuerdo -suspiró- ¿En donde está?

- Perfecto -sonrió y salió del restaurante- estoy en frente de la boutique de Jaques Goldberg.

- Bien, ya nos vemos entonces -cortó.

Pasaron unos cuantos minutos. Una camioneta negra se estacionó delante de Fernando; de ésta se bajó Lucero... Seria.

- Gracias por venir. -Sonrió

- Hola -contestó fría; pero por dentro estaba muerta de ¿Nervios? No sabía la razón, o mejor, la sabía más no la aceptaba.

-¿Qué te parece si vamos a cenar? Muero de hambre -estiró su brazo incitando a que Lucero lo agarrara de gancho. Pero fracasó, Lucero se adelantó unos pasos.

- Okey, ¿A donde iremos?

- A mi casa. - Lucero paró en secó y giró bruscamente enfrentándolo.

- ¿Es en serio? -se sintió caer. Eso definitivamente fue el colmo.

¿Rabia? ¿Miedo? ¿Nervios? ¿Emoción?

Confundida, así estaba y lo que le sigue. «Seguramente a todas sus conquistas las lleva a su departamento de soltero para luego... Eso» -pensó. Pero no se negó.

No se negó.

Con tan pocos años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora