6. Me sacan del armario

Start from the beginning
                                    

Solté su mano y ella sacó un billete. Me lo enseñó y lo dobló con sus dedos.

—Te lo devuelvo mañana —dijo—. Dejé la billetera en casa. —Miró por sobre mi hombro hacia donde Jade había estado hace unos segundos y juntó las cejas—. ¿Qué quería?

De repente recordé lo que había dicho Jade ayer sobre ellos hablando de mi cumpleaños. Ellos volviendo juntos del instituto en el bus y Charlie insistiendo para que lo invite a mi fiesta.

—Podrías disimular un poco más las ganas que le tienes ¿no? —la molesté.

Ella rodó los ojos y chasqueó la lengua.

—¿Por qué odias el amor?

—Yo no odio él...

Charlie tomó mi rostro entre sus manos y me acercó para dejar un beso en mi frente. Sus labios se sintieron rasposos contra mi piel y su perfume dulce invadió mis fosas nasales.

Cerré los ojos con nervios.

—Él es mío —murmuró cuando comenzó a apartarse—. No lo toques.

La miré sin procesar lo que acababa de decir. Por un momento creí que hablaba sobre no golpearlo, pero luego me di cuenta de que ella creía que yo estaba interesada en él.

Probablemente le habría aclarado la situación si ella me lo hubiera preguntado, pero el hecho de que acabara de amenazarme me hizo hervir la sangre.

—¿Estás segura de que quieres comenzar una pelea conmigo? ¿Por un chico? —le pregunté.

Quizá no fuera la chica más lista, ni la más ingeniosa, pero era competitiva y agresiva. No me iba a negar nunca a un enfrentamiento.

Ella abrió los ojos con sorpresa por mis palabras y su expresión se volvió más amistosa. Cerró los ojos y sonrió antes de negar con la cabeza.

—No estoy peleando contigo —me aseguró y retrocedió un paso—. Sólo te estoy advirtiendo ¿va?

Hizo un gesto con la mano para restarle importancia al asunto y se marchó hacia la cafetería con prisa antes de que acabara el receso.

No podía creer que Charlotte se estuviera poniendo así de pesada por alguien como Jade. No podía creer que lo estuviera haciendo conmigo. Sabía que eso no significaba que estuviera molesta, pero el filo de su voz aún así me atravesó el pecho. No dejó herida, pero si unas ganas enormes de responderle.

De haber heredado la paciencia de mi padre, habría aclarado el malentendido con ella y me habría alejado de Jade para no generar conflicto innecesario.

Pero desafortunadamente tenía el mal genio de mi madre y el viernes por la noche me encontré subiendo a la estación de metrobús con la dirección que Jade me envió anotada en un papel.

El viento del río llegaba con más fuerza luego de que el sol caía, pero al menos el aire era más fresco. Cerré mi saco delgado con una mano y sostuve el teléfono contra mi oreja con la otra. Esquive algunas personas haciendo filas hasta llegar a la que pertenecía a mi autobús.

—Te tuve que haber dicho que no —le protesté a Jade, quien me escuchaba desde la otra línea—. Me harás ir hasta algún galpón para sacarme los órganos y ni siquiera has tenido la decencia de pasar a buscarme.

—Es el puto barrio chino, pesada. Ábrelo en google maps —me contestó. Pude oír música desde el otro lado de la línea y un murmullo constante—. Y no puedo pasar a buscarte porque sigo trabajando. De hecho, tú pasarás a buscarme. Las damas primero.

Sabia que era el barrio chino el sitio en el que me había citado. Mamá me dejó ir porque ojeó el sitio en street views una docena de veces y me obligó a pasarle el número de Jade y de sus padres.

¿Escuchas Girl in Red? | PRONTO EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now