No desear lo deseado

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-¡Con cuidado, con cuidado!- Christian terminó de colocar la última caja en la pila que habían creado en la habitación del motel.

Con eso todas las pertenencias de Elena ya se encontraban fuera de la vieja casa que durante 4 años había sido su hogar. Su pequeña hermana adoptiva había conseguido alojamiento y comida a cambio de trabajar en una pequeña taberna de la capital.No era un trabajo tranquilo y agradable, pero al menos era honrado y la muchacha parecía disfrutar lo que hacía.

Ahora que el negocio se había ido a pique la joven tendría que buscarse una nueva manera de subsistir, mientras tanto volvería a su pueblo natal y viviría con su hermano por un tiempo, en otra de las guaridas del grupo. Aunque Christian sabía que eso duraría poco. Su hermana era demasiado inquieta como para estar sin hacer nada durante mucho tiempo.

Suspirando salió de la habitación para reunirse con el grupo que hablaba en mitad de la calle. Una mujer de mejillas rollizas abrazaba al borde del llanto a una chica de pelo liso y negro mientras hablaba en medio de sollozos diciendo lo mucho que la iba a echar de menos. El pelinegro no pudo evitar sonreír tristemente, Elena había tenido mucha suerte con la familia que la había contratado. Casi parecían una verdadera familia, algo que él nunca había experimentado.

El hombre bajito que acompañaba a las mujeres se volvió hacia él. Se estrecharon las manos cordialmente y  el hombre murmuró unas palabras que el joven no alcanzó a comprender. Últimamente no parecía comprender nada. Era como si hubiese una pared transparente entre el y el mundo exterior, que le hacía permanecer aislado de todos.  Tras unas cuantas lágrimas más y muchas palabras de despedidas la familia de ex-taberneros se alejó del lugar y por fin su hermana adoptiva querida se volvió hacia él.

La chica había crecido en esos 3 años que no se habían visto. Ya con 13 parecía toda una mujer en miniatura. Estaba más esbelta y los rastros de niñez empezaban a desaparecer de su rostro moreno. Los dos se miraron unos instantes hasta que la chica decidió que ya era hora de que entrar en la posada.

El pelinegro la siguió en silencio y cuando llegaron a la habitación que habían alquilado permaneció apoyado en la puerta. Elena le miró con preocupación. Conocía demasiado al muchacho como para saber que algo se ocultaba tras su rostro inexpresivo, pero en vez de hacer preguntas incómodas o comentarios hirientes la muchacha permaneció en silencio. Un silencio nada incómodo para ambos.

Con el paso de las horas salieron a cenar y ya por fin sentados en la mesa la chica se decidió a decir unas palabras.

-No sabes cuanto te agradezco que hayas venido aquí para estar conmigo Christian... No sabía que hacer- El hermano le dedicó una mirada amable, pero siguió comiendo incapaz de encontrar algo coherente que decir así que la joven continuó- Espero que esto sea temporal, no quiero causarte molestias. -

El ojiazul alcanzó a asentir con la cabeza. No quería tener que fingir también en la comida que todo iba bien. Quería comer y punto. Para luego poder volver al oscuro rincón de la habitación del hotel. En ese momento la puerta se abrió con fuerza y el ladrón casi se atragantó con la comida al ver entrar en la puerta un grupo de soldados riendo y armando jaleo. El pelinegro mantuvo la mirada fija en ellos azotado por los recuerdos. Elena agarró la mano de su hermano notando alarmada el cambio y le obligó a deshacer la fuerza con la que apretaba el puño.

-Christian ¿Estás bien? - El joven chasqueó la lengua frustrado y murmuró un sí mientras intentaba centrarse de nuevo en su comida, pero la palabra “comandante” que sonó del grupo le hizo perder la concentración de nuevo. Los cinco hombres se habían sentado en el centro de la sala y charlaban entre ellos animadamente de sus nuevos superiores.

Rumbo a la guillotina (BL) Libro 1Where stories live. Discover now