la guía del buen soldado

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Pronto los chicos descubrieron que, a pesar de que haber bajado era muy fácil, era prácticamente imposible subir. Ninguno de los dos estaba en condiciones de escalar. Por ello optaron por caminar monte abajo y buscar el pueblo más cercano posible.

Poco a poco las nubes fueron bajando y la niebla les rodeo, haciendo para ambos imposible ver más allá de un par de pasos de donde se encontraban. Caminaron en silencio, Intentando forzar la vista para evitarse caidas por el irregular suelo. El soldado por delante mientras que Christian le contemplaba disimuladamente.

El muchacho decía ser comandante, pero nada en su aspecto le recordaba a uno de ellos. Vale que el joven no era un endeble, pero algo le faltaba... esa apariencia de ferocidad ... Aún así su postura demostraba seguridad y aquella mirada furiosa había que reconocer que imponía a veces. Intentando mantener algo de conversación durante el viaje el mayor hacía preguntas al azar y milagrosamente el castaño las respondía, tal vez por puro aburrimiento. Así descubrió su nombre, y su verdadera edad: 16 años, cuando se la dijo el pelinegro no pudo evitar detenerse sorprendido, "Vaya, realmente es joven para su puesto"

—¿Cómo conseguiste llegar a comandante? — Preguntó con inocencia, deseando saber la respuesta por mera curiosidad. No se le escapó la ligera tensión que surgió en el soldado y como este intentó evitar que se notase.

—El rey simplemente reconoció mis méritos. Fui entrenado junto a él desde muy pequeño y ya estaba preparado — Murmuró el castaño de mala gana. El ladrón alzó una ceja sin comprender el por qué de la tensión de su compañero.

—Entonces eres un viejo amigo de la realeza ¿eh? Muy afortunado —James se volvió ligeramente para dedicarle esa mirada que hacía pensar al Ladrón que mejor debía cerrar el pico. Christian llevó las manos a su pelo para despeinarse, solo que con ese gesto lo único que consiguió fue estamparse las cadenas en la cara.

—Mierda, ¿Oye, no podrías quitarme estas dichosas cadenas?

El castaño se rio por la ocurrencia y respondió con sarcasmo.

—Claro. En el manual del buen soldado siempre recomiendan dejar al prisionero suelto para que este pueda degollarlos por la espalda. ¡Cómo habré podido olvidar una cosa tan lógica!

Una mano le agarró con fuerza y tiró de él. El movimiento le había tomado desprevenido y en un abrir de ojos Christian le acorraló empujándolo contra un árbol. El soldado contuvo la respiración al ver la mirada del ladrón, centelleante de burla y furia.

—¿Acaso me estas llamando cobarde?, —el mayor acercó su cara al castaño para obligarle a mirarlo a los ojos —. Seré muchas cosas Hook, pero yo no ataco por la espalda.

El menor se quedó helado en su sitio, apretándose con fuerza contra el árbol, intentando mantener la máxima distancia posible entre él y el pelinegro, que le traspasaba con su mirada azul.

Sintió como el chico bajaba la mano por su antebrazo y, cuando notó que inclinaba un poco más la cabeza acercándose poco a poco ,cerró con fuerza los ojos, huyendo de aquella mirada y temiendo que el ladrón le volviese a besar como la última vez. Sintió un escalofrío al notar como la mano del ladrón bajaba desde su hombro por su brazo paralizandole e intentó reaccionar cuando notó el aliento de este rozando sus labios. Entonces notó algo más.

Abrió los ojos sobresaltado y con rapidez dio un manotazo a la mano del ladrón. Las llaves que llevaba colgadas del cinturón tintinearon alegremente. Christian se rió burlonamente y se alejó del joven con aire pasota. El soldado comprobó el manojo de llaves asegurándose que no le faltaba la más importante, la llave de las esposas. Cuando la encontró suspiró aliviado y se volvió hacia el ladrón que le miraba apoyado en un árbol con aire desafiante y sonrisa provocadora.

Rumbo a la guillotina (BL) Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora