Parte 5

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Horacio siempre tenía un dilema en relación a los días libres. Obviamente, le gustaba descansar y tener la oportunidad de salir a distraerse, pero por otro lado, él amaba su trabajo. Sin embargo esa no era la mayor razón por la que no le gustaba tanto tener días libres, esa libertad significaba horas en las que pensaba en muchas cosas que no quería. Y en ese momento, Volkov parecía vivir en su cabeza.

Él ya había aceptado completamente el rechazo que recibió hace tiempo, pero lo que sentía por el comisario solo había aumentado en el último mes.

- Tu mismo lo dijiste, - pensó en voz alta - sólo querías ser su amigo, solo querías ser lo que él necesitara -

Caminó de un lado de la habitación al otro en bucle, hablando consigo mismo y gesticulando con las manos.

- Hasta Gustabo te lo dijo, ¡no te ilusiones! -

Recordó las palabras de su hermano con amargura.

- Tampoco es como que me haya ilusionado - se respondió a sí mismo - tengo claro que no quiere estar conmigo en una relación, solo quiero ser su amigo, y hacer lo posible para que sea feliz, ser lo que él quiere que yo sea, nada más... -

"¿Aunque eso te lastime?" se contestó internamente. Sacudió la cabeza para callar esa voz propia que le alertaba sobre el evidente resultado de todo lo que estaba ocurriendo.

- Si lo tengo tan claro... entonces por qué, por qué... -

"¿Por qué no puedo olvidar esa sensación?"

Horacio se detuvo en seco y miró con mucha atención la palma de su mano izquierda.

¿Por qué sentía su calor si jamás lo había tocado? ¿Por qué le cosquilleaban las yemas de los dedos al pensar en él? ¿Por qué sentía líneas imaginarias sobre el dorso de su mano como si alguien las hubiera quemado en su piel?

No tenía ningún sentido. Jamás había tocado su mano. ¿Acaso finalmente había enloquecido? ¿O era su cuerpo manifestando el amor que tanto deseaba recibir?

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el tintineo que hacía su teléfono al recibir un mensaje.

Horacio miró la pantalla, era de Gustabo.

"Ven a buscarme, guarro"

Bajo el mensaje estaba la ubicación en la que se encontraba su hermano.

No se habían puesto de acuerdo en hacer nada en específico, pero siempre pasaban los días libres juntos, incluso en esos días hace muchos años en los que comer insectos podía ser la mayor entretención del día.

Agradeció el oportuno mensaje, necesitaba hacer cosas que distrajeran su mente con urgencia.

***

Horacio intentó pasar el día con la mente despejada, pero no pudo evitar pensar en esa extraña sensación en su mano izquierda, llegó un punto en el que, a pesar de saber lo que diría al respecto, tuvo que contarle a Gustabo.

- A ver, a ver, - dijo su hermano con una mano sosteniendo sus cabeza, y la otra apuntando a Horacio - ¿me estas diciendo que cuando piensas en el comisario te pica la mano? -

No había entendido nada. Horacio suspiró.

- Olvida todo lo que te dije, es estúpido -

Ya era tarde, y el ambiente que los rodeaba era clásico de un bar en fin de semana. Decidieron sentarse en el segundo piso del Tequila, ya que Gustabo prefería la tranquilidad.

El rubio notó que su hermano se encontraba cabizbajo, pero le era imposible entender de lo que hablaba, él no era una persona tan sentimental como lo era Horacio.

Volkacio Soft AUWhere stories live. Discover now