𝐗𝐗𝐕. 𝐑𝐨𝐦𝐞𝐫𝐨, 𝐭𝐨𝐦𝐢𝐥𝐥𝐨 𝐲 𝐥𝐚𝐯𝐚𝐧𝐝𝐚

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Salía de la librería y eran casi las seis de la tarde. Millie se despidió de mí y yo me encaminé hacia la parada del tranvía, deleitándome con las nubes rosadas y anaranjadas que marmoleaban el cielo crepuscular. Me llamó la atención que, unas cuantas edificaciones después, atisbé a Arthur en la acera, como si esperara a alguien y, cuando me vio, elevó las cejas y se acomodó el saco.

—Olivia —saludó con una exagerada inclinación de cabeza. Lucía nervioso.

—Hola... señor Shelby —me resultaba extraño dirigirme a él de la misma manera en la que me había dirigido a Thomas en un principio.

—Tommy me ordenó que te lleve a Arrow House —soltó, sin tapujos.

—¿Qué?

—Quiere hablar contigo —tartamudeó.

Desconozco cuál fue mi reacción en ese momento pero lo que yo percibí fue una inmensa mezcla de sentimientos. Me apabulló la alegría pero el desconcierto se me manifestó en el pecho. A su vez, una extraña sensación de ardor, con seguridad provocada por el orgullo que aún poseía, hizo que apretara los puños.

—Si quiere hablar conmigo, que llame a casa de Ada —lancé.

—Es que necesita hablar contigo... en persona —insistió Arthur. Estaba incómodo y era obvio que no quería mantener esa conversación.

—¿Y para eso me hace ir a su casa la cual está lejos y, en la que encima, vive su mujer? —cuestioné, molesta— ¿Por qué no se aparece en mi trabajo como ya ha hecho con anterioridad?

—Necesita hablar contigo en persona porque quiere mostrarte algo —agregó Arthur.

Aquella conversación podría haber sido representada perfectamente en una comedia. Arthur iba aumentado los detalles de la orden que le había dado Thomas a medida que yo me oponía cada vez más a acompañarlo.

—¿Qué es lo que me quiere mostrar? —percibí un interés que, de repente, hizo que me detestara a mí misma.

—Una cosa que tenemos nosotros los gitanos.

Sí, sé que la limitada explicación de Arthur suena insólita y estúpida pero juro que aquello fue lo que único se dignó a decirme.

—Pues que traiga esa cosa a la librería —resolví que no iba a darle más conversación a Arthur, pues me parecía inútil, y decidí seguir mi camino pasándole por un lado.

Fue entonces que me tomó del brazo.

—Olivia, Tom no puede traer una puta caravana gitana al centro de Birmingham. —Me sorprendí al oírlo hablar entre dientes. La timidez se había disipado—. Así que sube al auto que te llevaré a Arrow House.

Mentiría si dijese que en ese momento no sentí algo de temor. Arthur es, ante mis ojos, un personaje demasiado particular. No lo conozco mucho pero he sabido identificar en él dos facetas completamente opuestas: por un lado, es retraído y evita a toda costa relacionarse con gente que no es de su círculo y, cuando se ve obligado a hacerlo, se le ve muy incómodo; por otro, es confrontativo y violento y esto me ha llevado a notar que Thomas lo utiliza, de cierta manera, como a un perro de ataque.

Por eso me subí al vehículo. Luego de que me detuviera de aquella forma tan tosca no supe predecir cómo reaccionaría si me negaba.

De más está decir que el trayecto estuvo dominado por el silencio y todavía algo perturbada, mi mente comenzó a preguntarse qué demonios estaba sucediendo. Después de dieciséis días, Thomas no solo no hacía acto de presencia frente a mí sino que me arrastraba hacia él para mostrarme, según su hermano, una caravana gitana. ¿A qué venía todo eso? ¿Por qué de todas las conversaciones que deberíamos de mantener, Thomas quería reunirse conmigo para algo tan insignificante?

𝐁𝐎𝐑𝐍 𝐓𝐎 𝐋𝐎𝐒𝐄 | Tommy Shelby  x  OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora