13. Un capullo de flor.

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El Omega creó un onda con cuerpo tallandose en su mano pero el alfa lo contuvo besando sus labios, estaba casi seguro de algo pero quizo solo comprobarlo. Con su mano volvió sobar la tierna carne resbaladiza haciendo pequeños en ella, la lengua del alfa recorría los labios del Omega rezando por qué le permitiera ir mas allá, por qué tenía una sospecha de que jamás nadie lo había acariciado de esa manera, pues sus reacciones a sus caricias lo llenaban de un asombro inocente.

Se separó de su rostro para observar su expresión, al mismo tiempo de que deslizaba un dedo dentro de él, dilatando el estrecho camino a su paso, el sutil arqueo de su espalda y el empujé de su cadera le invitó a moverse dentro de él.

El alfa no podía mas, esa inocencia ofrecida tan libremente y su aroma cada vez más dulce era simplemente demasiado.

El Omega sintió la intromisión en una nebula placer, el aroma a chocolate estaba nublando su razón, sintió el empujé en su centro, el quería entrar y el Omega lo necesitaba.

Mio, mío, mío. Gruñía este en su cuello, su cuerpo más grande se ceñia encima de él con fuerza, sus labios creaban líneas de besos sin sentido y sus dedos penetrandolo lentamente, lo único que pudo hacer fue acompañar el movimiento de estos con su cadera.

Después de unos largos minutos abrió los ojos para observarlo, estaba incrustado en su humedad listo para entrar. El remolino de placer estaba allí solo debía alcanzarlo, gruñó cuando esté detuvo la presión. Sentía que su cuerpo latía en necesidad, queria entregarse a él, quería que él complementara su agonía.

- Más - rogó el Omega, acomodando sus caderas y alzando un poco las rodillas a su pecho, quería sentirlo dentro ya. Seguro lloraría de placer, talló su rostro en la mano del alfa y mordió su piel rogando un poco de piedad.

No sabía que esperaba para reclamarlo.

Pero el alfa lo observaba detenidamente con fascinación.

- Hermoso lobo - algo dentro del Omega vibro y lo hizo sonreír, solo unos segundos después su nariz se posó en la de él.

- Dilo.

El Omega empujó sus caderas y él se presiono un poco más, se congeló por el dolor repentino ya esperado,  sus miradas estaban conectadas, la de él alfa roja y la de su contrario azul demasiado celeste.

- Alfa.

La sonrisa del alfa antes de restregar su rostro en el del pequeño le hizo sentir una plenitud en su pecho.

Sintió como el alfa se levantaba de su pecho dejándolo repentinamente desnudo ante él y luego una de sus manos fue a dónde sus cuerpo hacían la unión. Posicionó el dedo pulgar entre su carne brillosa.

El alfa respiraba grueso su pecho y las venas de su cuello y brazos  era muestra de la manera en que se estaba conteniendo. El omega solo fue testigo de la manera en que el cuerpo desnudo del alfa era demasiado perfecto y excitante para él.

Una caricia oculta lo hizo alzar el rostro y ver el lugar donde el alfa tenía apoyado el dedo pulgar.

Los circulos estaban justo a un costado del nudo demasiado sensible e inflamado. El se dejó caer hacía atrás gimiendo por esa caricia experta a su excitado cuerpo, la vibración sobre este le hizo abrír más las piernas en busca de más,  el ángulo de la cadera mejoro y el alfa se delizo dentro de él dolorosamente mientras que el Omega era llevado al límite de la sensibilidad con su dedo pulgar.

El alfa gruñó y su cuerpo se tenso más al notar la estreches con la que era sujeta su erección.

No se movía, no podía, no quería lastimarlo, solo siguió con el masaje cerca delicado punto, su mirada viajaba a su expresión de placer, pasaba por su torso delgado y pálido y se detenía en esa pequeña cima roja inflamada que dejaba ver una puntita más pequeña y color rosa en el centro como si fuese un capullo recién abierto de la más sensible flor.

Róbame el corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora