Al pisar el azulejo de éste trato de parar por completo, pero mis pies me traicionan y pasa lo que tanto quería evitar: resbalo.

Es como si todo pasara en cámara lenta; veo muy bien como mi pierna izquierda se levanta y con la derecha lucho por evitar la caída, pero ésta también resbala, por inercia llevo mis manos hacia atrás, soltando así todas las cosas que llevaba cayendo de culo al suelo. Al instante siento el dolor y hago una mueca.

No me muevo más, contemplo lo que acaba de pasar, que estoy sucia, mojada y todas mis cosas también. La frustración me provoca querer gritar para sacarla.

—Que gran espectáculo —hablan y doy un salto de impresión en mi lugar.

Sin embargo, cuando en mi mente reconozco esa voz nuevamente, me tenso al instante porque es esa voz masculina y ronca que te hace mojar las bragas en un instante, esa misma que ayer me dijo patética y que no para de aparecer en cada escena en la que estoy pasándola mal.

Genial, este día no puede ir peor.

Levanto la vista y veo a Hanniel que está recostado en una columna del gran pasillo, fumando un cigarro. La vergüenza me inunda por completo y siento tan bien como mi cara se pone caliente, lo que quiere decir que me puse roja. Me cuestiono, duramente, el cómo es que no puedo controlar el rubor cuando algo me da vergüenza, las cosas serían más fáciles si lo pudiera hacer.

Él me recorre toda con su mirada y luego todo el escenario que me rodea. Yo por mi parte no puedo con todo lo que siento, incluso empiezo a creer que el destino me quiere humillar una y otra vez, y no estoy soportando.

Sentada con mis piernas estiradas y abiertas, con mi espalda inclinada levemente hacia atrás, apoyándome en mis manos, dejo caer mi cabeza hacia adelante, rendida ante el desastre. ¿Qué más puedo hacer?

—Cada vez que nos topamos parece que el mundo no está a tu favor —inquiere nuevamente.

Resoplo, rabiosa conmigo misma por ser tan idiota, y por el simple hecho de que tengo una suerte para pasar malos ratos que a cualquiera se la regalo. Me pongo recta dejando de apoyarme en mis manos para sacudirlas.

—Porque evidentemente no lo está —le aseguro al mismo tiempo en que me levanto, me veo de pies a cabeza y me sacudo como si así se irá lo mojado. Dentro de todo, lo que más llama mi atención son mis zapatos blancos que están llenos de lodo—. Que asco —recrimino más para mí misma.

—Bastante asqueroso —asiente y yo no entiendo su necesidad de seguir acá, de seguir hablándome como si fuéramos todo menos unos desconocidos.

Dejo caer mis brazos a los lados y frunzo el ceño, levantando el rostro para dedicarle mi mal genio.

—Muy gracioso

—Desagradable, diría yo —Lo veo, creo ver el intento de una sonrisa, me muerdo la lengua segura de que me está retando, que se está burlando y me cae mal.

Me sostiene la mirada, y a pesar de que mantiene una expresión neutra, confirmo la burla cuando en lo más profundo la noto. Se está burlando de mí, pero lo esconde.

Me agacho de cuclillas y comienzo a recoger todas mis cosas, tomo mi mochila y acomodo todo lo que está dentro para que lo demás de afuera me quepa. Todo está mojado, unas cosas más que otras, aun así, no le pongo atención porque tengo a un ser tan irrealmente guapo viéndome y no es que eso sea lo más cómodo.

Termino de levantar todo, lo reviso y me doy cuenta de que me hace falta algo. Con mi vista busco en el suelo, ¿dónde está mi libro de....

Me detengo. Hanniel levanta mi libro de estadística, luego lo mantiene en su mano libre y le lee la contraportada.

Hacia lo Prohibido ©Where stories live. Discover now