2.- La detective y la femme fatale

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Asuna Yuuki pasea distraída por las calles.

¿Fui algo dura esa noche? ¿Insensible, tal vez? Hoy creo, fue un juego de dos.

Kazuto seguía conectado, pero resolvió no seguir escribiendo. Siendo sincera, si llegó a enojarse, no me importó. Dije lo que tenía que decir. Con todo y eso, lo amaba, y mi corazón insiste en seguir haciéndolo. Y por mucho que mi cabeza proteste, su marca sigue impresa en todo mi ser. ¿Cómo olvidarlo todo sin más?

Me quedé mirando su respuesta varios minutos antes de irme dormir. Respondí de inmediato por parecerme estúpido. La afirmación es verdad en sí misma, pero era tan no nuestro caso, que solo me enfadé aún más.

Asuna: ¡¿Hello?!😑😑 ¡Que eres mi primer amor oficial en este mundo, lo otro nunca llegaría a más! ¿Cómo puedes convertir una roca en una montaña de virilidad?

Escribir mi siguiente mensaje tomó unos segundos, pero cuando quise enviarlo, algo me detuvo. Cualquier cosa que dijera en ese momento, era como apagar un incendio con gasolina. Y después de leerlo varias veces, lo borré. Me fui a la cama sin darle más vueltas al asunto hasta el día siguiente.

Mi gato se hacía una bolita de pelo en el hueco que hacen mis piernas en la cama, estirando el cuello para que lo rasque. Lo considero justo. El me escucha, y yo lo mimo de regreso. Una relación perfecta entre una chica y su mascota.

En fin, devoré mi desayuno esa mañana. Mis padres me miraban como si de repente, me hubiera convertido en atleta profesional. No le di mayor importancia. Quería salir de mi casa antes, y sorprender a Kazuto en la entrada para resolver esto de una vez. Debí notar algo raro cuando no llegó a la hora de siempre. Los chicos me vieron sola en la entrada, y por un instante pareció que sus miradas eran cómplices de mis problemas. Me sentí desnuda. Una especie de atracción de circo del que mofarse de su sufrimiento, cuyos problemas se saben de sobra, pero decidimos ignorarlo y seguir caminando.

Me dispuse a marcharme, cuando sentí alguien cogerme del hombro. Mi reacción fue automática, y rodeé con los brazos a quien fuera que haya sido. Después de todo, el único que se atrevía a tocarme por la mañana, era él.

Me di cuenta de mi error cuando sentí un bulto en mi pecho, pues a quien abracé fue a Liz. Silica permanecía junto a ella. Me sonroje de la vergüenza. Y empeoró cuando ambas me lo devolvieron. La quijada casi se me disloca cuando abrí la boca de la sorpresa. ¿Tan evidente era que tenía problemas con Kazuto?

Me cogieron de la mano, y me arrastraron al salón de teatro. Silica pasó el pestillo, y se colocó a un lado del cristal de la puerta, para servir de centinela.

—¡Shh! No hay mucho tiempo —susurró ella, curioseando la vestimenta para el teatro—. Escucha Asu, te apoyamos. Kiri a veces es muy ingenuo, pero es un libro abierto para nosotras. Así que llegó la hora de tomar cartas en el asunto.

—Eso, eso. —convino Silica a media sonrisa. Sin apartar la vista del corredor.

Al principio me quedé muda. Lo único que me pasó por la cabeza fueron dos cosas: ¿Qué hacíamos en el salón de teatro? Y todavía más importante, ¿qué estaría pasando por la mente de mis amigas? No terminé de procesar la información cuando Liz cogió tres gabardinas y sombreros de copa baja unicolor baige. No tardaron en colocárselos y amarrarse el cinturón de cuero alrededor de la cintura. El atuendo de la detective privada sexy, les quedaba bien con el pantalón de la escuela. Se veían guapas, pero no era mi estilo.

—¿Qué esperas, Asu?

—Mira, eres una dulzura, en serio. Pero por muy bien que se vea, no voy a ponérmelo.

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