10: Los prefectos

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George se abalanzó sobre su hermano menor, le arrancó el sobre que tenía en la otra mano y lo puso boca abajo. Una cosa de color escarlata y dorado caía en la palma de la mano de George.

—No puede ser —murmuró éste en voz baja. Me levante de la cama dejando el horrible tejido que había tratado de hacer, poniéndome de puntillas tratando de estar a la altura de los gemelos.

—Tiene que haber un error —aseguró Fred arrancándole la carta de la mano a Ron y poniéndola a contraluz, como si buscara una filigrana—. Nadie en su sano juicio nombraría prefecto a Ron. —Los gemelos giraron la cabeza al unísono y se quedaron mirando a Harry—. ¡Estábamos seguros de que te nombrarían a ti! —exclamó Fred con un tono que sugería que Harry los había engañado.

—¡Creíamos que Dumbledore se vería obligado a nombrarte a ti! —dijo George con indignación.

—¡Después de ganar el Torneo de los tres magos! —añadió Fred.

—Supongo que todo el jaleo lo ha perjudicado —le comentó George a su gemelo.

—Sí —repuso Fred—. Sí, has causado demasiados problemas, amigo. ¿Qué hay de ti, rubia?

—¿A que te refieres de mi? 

—¡Peleaste contra 30 mortifagos! ¿donde esta tu insignia de Prefecta?

—¡En los sueños de mis abuelos!—reí—. ¡Dumbledore se vuelve mortifago antes de nombrarme a mi una prefecta! ¿Se imaginan a McGonagall? ¡Le daría un infarto!

— Bueno, al menos ustedes dos tienen claro cuáles son sus prioridades. —Y se acercó a Harry y le dio una palmada en la espalda mientras le lanzaba una mirada mordaz a Ron—. Prefecto... El pequeño Ronnie, prefecto... 

—¡Oh, no va a haber quien aguante a mamá! —gruñó George poniéndole la insignia de prefecto en la mano a Ron, como si pudiera contaminarse con ella.

Ron, que todavía no había dicho nada, tomó la insignia, se quedó mirándola un momento y luego se la mostró a Harry. Parecía que le pedía una confirmación de su autenticidad. Harry la tomó. Había una gran «P» superpuesta en el león de Gryffindor. Había visto una insignia idéntica en el pecho de Percy en el primer día en Hogwarts.
En ese momento la puerta se abrió de par en par y Hermione irrumpió en la habitación con las mejillas coloradas y el pelo por los aires. Llevaba un sobre en la mano.

—¿Ustedes... también...? —Vio la insignia que Harry tenía en la mano y soltó un chillido—. ¡Lo sabía! —gritó emocionada blandiendo su carta—. ¡Yo también, Harry, yo también!

—No —se apresuró a decir Harry, y le puso la insignia en la mano a Ron—. No es mía, es de Ron.

—¿Cómo dices?

—El prefecto es Ron, no yo.

—¿Ron? —se extrañó la chica, y se quedó con la boca abierta—. Pero... ¿estás seguro? Quiero decir... 

Se puso muy roja cuando Ron la miró con expresión desafiante que me puso a reír mas fuerte.

—El sobre va dirigido a mi nombre —afirmó él.

—Yo... —balbuceó Hermione muy apabullada—. Yo... Bueno... ¡Vaya! ¡Felicidades, Ron! Es totalmente... 

—Inesperado —acabó George haciendo un movimiento afirmativo con la cabeza.

—No —dijo Hermione ruborizándose aún más—, no, no es nada inesperado. Ron ha hecho cantidad de... Es verdaderamente...

 La puerta que había a su espalda se abrió un poco más y la señora Weasley entró en la habitación cargada de ropa recién planchada.

Laila Scamander y La Orden Del FenixWhere stories live. Discover now