Ecos - 9

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El jueves siguiente llegué al consultorio de la psicóloga con un nudo en la boca del estómago y mucho más nervioso de lo habitual. María Luisa me recibió en el ingreso del edificio, donde dejaba mi bicicleta, y, ni bien nos adentramos en el lobby, me preguntó si me había ocurrido algo.

—No, nada —aseguré, mientras abordábamos el ascensor.

Siempre he sido pésimo mintiendo y sé muy bien que me resulta imposible ocultar el estado de ánimo en que me encuentro. Cualquiera puede darse cuenta, con apenas una mirada, si algo me ha caído mal o si me gusta demasiado, inclusive si es la primera vez que me tiene enfrente.

Nos acomodamos en nuestros respectivos lugares en la sala y, mientras tomaba su cuaderno de notas, me miró por sobre el marco de sus anteojos con una sonrisa cordial.

—Bueno, ¿me vas a contar qué te tiene tan incómodo?

—No... nada... —dudé.

—Estamos acá para ayudarte. Si hay algo que te intranquiliza, deberíamos darle prioridad y trabajar sobre eso. Sea lo que fuera.

Tragué saliva y sentí mi cuerpo hundirse un poco más en lo mullido de los almohadones en los que me encontraba sentado.

—Es sobre los sueños —lancé.

—¿Otra vez los mismos? —quiso saber.

—No exactamente.

—A ver, contame.

Me achiqué un poquito más en el sofá.

—¿Viste la obra para la que me eligieron como principal?

—Sí...

—Decidí aceptar el rol e intentarlo.

—¡Muy bien! Te felicito. Va a ser un gran paso, vas a ver.

—Sí, lo sé. La obra se llama Por Vos Muero, es de un coreógrafo español muy importante llamado Nacho Duato.

Me miraba con el ceño fruncido, intentando entender hacia dónde estaba yendo.

—Tiene unos poemas recitados por Miguel Bosé que acompañan la música —continué—. Hay algo con ellos. Me siento muy raro desde la primera vez que los escuché, parecía que me los conocía de memoria, pero estoy seguro de que nunca antes los había leído ni escuchado.

—¿Y a qué pensás que se deba lo que sentís?

—No lo sé. Pero no puedo sacármelos de la cabeza y se me aparecen en sueños, como si quisieran decirme algo. Sueños que ahora no sólo son pesadillas, también he tenido algunos lindos. Y el hombre... ese hombre ha comenzado a hablarme, nunca lo había hecho antes. Su voz también me resulta muy familiar. Y, cuando estoy despierto, durante el día, escucho en mi mente esos mismos poemas recitados por él. Tiene un timbre muy particular que no pareciera que tuviera que ver con el rostro que veo; sin embargo, nunca tuve dudas de que esa voz le pertenecía, desde la primera vez que la oí.

—¿Y por qué creés que pasa eso? —insistió.

Mi pulso se aceleró de sólo pensar lo que estaba a punto de decir. Había sido un duro debate interno durante varios días.

"Ya lo has decidido", me animé.

—Pensaba en que, tal vez, podríamos intentar averiguarlo con lo que me habías propuesto.

—¿La hipnosis?

—Sí...

—Yo creo que es lo mejor, Martín. Quizá no sea nada de lo que sospechamos y pueda resultar algo que has guardado desde tu infancia. Si lo intentamos, estoy segura que nos va a ayudar a clarificar lo que te está ocurriendo, y, una vez que lo podamos ver más claro, vas a notar un cambio radical en tu día a día, en tus relaciones personales. Debemos tratar de liberar eso que tanto está queriendo hacerse presente en tu vida y que aún no sabemos si está alojado en tu subconsciente o en el supra-consciente.

Bajé la mirada, buscando conciliar la razón y la incertidumbre.

—Está claro que la decisión debe ser tuya —prosiguió—, pero como profesional te lo recomiendo. Creo que ha llegado la hora de que sepas qué o quién intenta decirte algo.

Asentí, mientras retorcía los dedos de mis manos por los nervios.

—Es que me resulta absurda la idea de las vidas pasadas —traté de retractarme.

Ella hizo una mueca casi imperceptible con sus labios, era una sonrisa que dejaba ver que no ponía mucha fe en esas palabras que le decía.

—¿Cuándo querés comenzar? —preguntó.

—No sé.

—¿Ahora?

Me encogí de hombros, sobrepasado por las dudas.

—Lo he hecho muchas veces. Vas a estar muy seguro, no te vas a arrepentir.

Creo que, en realidad, lo que tenía era miedo. No al arrepentimiento, sino a descubrir algo que me causara dolor, aún más incertezas, mucha más inseguridad.

—¿Confiás en mí? —inquirió, con la voz cargada de paciencia y de templanza. Reclinándose levemente hacia adelante y apoyando su mano tibia sobre el dorso de la mía.

—Sí, confío.

—Muy bien, vamos a intentarlo entonces.

—Está bien —acepté.

Me pidió que me quitara el calzado para poder estar más cómodo y que me recostara sobre el sofá de tres cuerpos.

Cerró las cortinas de la puerta-ventana, haciendo que la habitación se sumiera en una luz a medias. Echó unas gotitas de esencia en un hornillo que siempre estaba encendido y caminó unos pocos metros hasta un armario, donde buscó algo con la mirada durante algunos segundos. Tomó lo que parecía un walkman y volvió hacia mí, mientras corroboraba con la mirada que me encontrara en una posición cómoda.

—Me gustaría grabar las sesiones para que vos también puedas escucharlas cuando lo desees —dijo, mientras volvía a tomar asiento.

Asentí de nuevo con la cabeza.

No me era posible encontrar ninguna palabra en ese momento, no creía poder hacerlo.

POR VOS MUERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora