Capítulo 18

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I feel in love with the devil - Avril Lavigne.

Cuando era una niña me daba pavor ver que Nicolás y Cristina salieran a la calle, mi cerebro no podía dejar de reproducir la imagen de ellos envolviéndose en un terrible accidente y que ya no regresaran a su casa con sus hijos

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Cuando era una niña me daba pavor ver que Nicolás y Cristina salieran a la calle, mi cerebro no podía dejar de reproducir la imagen de ellos envolviéndose en un terrible accidente y que ya no regresaran a su casa con sus hijos. A veces era tanto mi pavor, que les suplicaba no salir, hasta que ellos buscaron la ayuda profesional que mi abuela nunca se atrevió a buscar para mí.

No es que mi pavor viniera directamente del cariño que les agarré, sino de que Nicole, Alexander, Derek y Andrés ya no volvieran a ver a sus padres y tuvieran que vivir con la misma sensación de duelo con la que yo cargaba día tras día. Hubo un momento en donde aprendí a sobrevivir la perdida de mi familia, aunque hasta la fecha, sigo percibiendo la misma sensación de pavor cuando alguien a quien estimo se encuentra en zona de riesgo, como Grigory.

Por más que trato de no quererle, me es imposible, y ahora que ha planteado la idea de que puede que hoy o mañana no regrese a casa, no puedo estar tranquila. No solo por el dolor que voy a sentir, sino por el que sentirá su madre, una mujer que no podría soportar la perdida de su hijo también.

—Rebecca...

Grigory podrá no ser la persona más pura del mundo, sin embargo, eso no quita tenga personas que vayan a sufrir por él...

—Rebecca —la señora Celine pasa su mano de arriba hacia abajo delante de mí.

—¿Mande? —arrugo los ojos fuera de órbita.

—No has comido nada —señala el plato intacto.

—Ah, bueno... yo... no tengo hambre.

—Hija, el desayuno es la comida más importante del día.

—Lo sé, pero de verdad no tengo hambre —manifiesto y Grigory frunce su ceño. Me pregunto, ¿piensa ocultar su herida a todos?

—Deberías comer, Rebecca —gruñe nadie más que Grigory. Es algo usual en su persona como ya deberían de saberlo.

¿Qué se cree? ¿Batbestia?

—No seas tan pesado, hijo, yo cuando era joven a veces no tenía hambre a la hora de estar sentada en la mesa —les presento mi salvación, la señora Celine.

Milagrosamente, Grigory no protesta más, solo se dispone a terminar su suculento desayuno acompañado por su café repleto de crema y azúcar como tanto le gusta, ¿cómo lo sé? Una vez le di un sorbete pensando que era para mí y por poco veo la luz a mis inicios con diabetes.

Será un amargado, pero todavía tiene espacio para un poquitito de endulzante en su sistema.

—¿Piensas quedarte ahí sentada viendo la ventana? —su voz me hace sobresaltar de la silla.

Giro mi rostro por ambos lados en búsqueda de la señora Celine y Katrina, pero al parecer ya se han marchado de la sala del comedor.

—¿No piensas decirle a los demás lo que sucedió ayer? —retracto levantándome de la silla y viendo fijamente a sus ojos.

Bajo Su Sombra (2º) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora