AMOR ETERNO

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                 Lydia se enamoró. Ella no lo planeó, pero así fue. ¿Cuándo se dio cuenta? Cuando pasa un año, mirando por la ventana al objeto de su amor realizando la mismas rutinas diarias.

                Sale de su casa en las mañanas, al igual que ella a trabajar y amablemente le saluda y ella responde con un sonriente "hola", que al principio era más tímido, porque no le era fácil sostener la mirada a sus ojos verdes, a su alto y esbelto cuerpo, a sus manos fuertes; pero con el tiempo, su "hola", se volvió más ameno como si fuera una larga conversación.

               Pero larga se le hace la jornada de trabajo, hasta regresar toda apresurada a casa para verle entrar y volver a decir "hola". Ya está convencida de que está enamorada, porque luego de darle de comer a su gato, tomar un baño y vestirse con su usual camiseta larga, que le llega a la mitad de los muslos, con tan solo sus bragas; se sienta frente a la ventana abierta para verle entrar en una habitación con una lámpara de lectura y una butaca roja, con un libro de poesía y recita los más hermosos poemas de amor erótico en voz alta. Tan alta que Lydia ha llegado a imaginar que los recita para ella.

               Está enamorada, porque mientras escucha a su vecino recitar con destreza poemas que hablan de carnosos pétalos de rosa, de suaves columnas de mármol y largos botones rojizos que disparan placer; ella, se toca los labios, se acaricia las piernas y roza sus pezones erectos que provocan una ola placentera por todo su cuerpo. ¿Por qué habría de dudarlo? Lydia está enamorada.

               Mas tarde entra en su habitación, donde la recibe la imagen de sí misma. Una delgaducha mujercita de cabello largo y enmarañado, de caderas casi inexistentes y senos pequeños y flácidos que la devuelven a la realidad que siempre la ha acompañado. No es, no se siente atractiva. Su frente ancha la avergüenzan sus muslos la traicionan. Lo único que le gusta son sus ojos, grandes y almendrados, son bonitos y es en lo que más se fija para sentirse mejor y poder dormir. Se duerme, pensando en la soledad y mojando la almohada con sus lágrimas.

               Lydia tiene una sola amiga, Clara, que le escucha y le aconseja luego de convencerla de que su vecino no es gay, es viudo. Y sus poemas son para mujeres, que a ella le encantan y atraen. Fue por la insistencia y asistencia de esta amiga, que Lydia decide buscar conversación con el hombre de sus sueños. Y qué mejor para entablar conversación, que ofrecerle la mitad de un pastel que no quiere comer sola.

               «Dile que es demasiado para ti, le aconsejó su amiga; y que deseas compartirlo para que no se pierda, entra rápido detrás de él para acompañarlo a la cocina y observa todo minuciosamente. La decoración te dirá si tiene pareja, busca fotos, pregunta por las fotos. Pregunta por los muebles, pregunta y juega con tu cabello. Ríe de cualquier ocurrencia que diga y nota si te hace preguntas.»

               Que ingeniosa es Clara, porque esa misma tarde, con el pastel sobre la sencilla mesa cuadrada con solo dos sillas, Lydia está dentro inspeccionando la casa de Manuel, decorada con buen gusto. Largas cortinas verdes enmarcan un sofá dorado con una butaca tapizada en rojo. Los hermosos cuadros paisajistas llamaron su atención y se acercó a ellos lentamente. Valles, acantilados y bosques con sus colores resaltados adornan las paredes. Y en una esquina, el cuadro de una mujer vestida de blanco, da la espalda y mira sobre su hombro derecho al espectador en un jardín de flores amarillas y blancas.

                Mirando el rostro de la mujer, Lydia quedó embelesada. El ojo que es visible por su ángulo, observa a algo o a alguien tras ella con una sonrisa complaciente y con sus brazos se abraza como en espera de que su amado la abrace a su vez.

                Es mi difunta esposa, Ana; diría el vecino trayendo en sus manos un pedazo del pastel; y por un momento, ella le miró sobre su hombro, del mismo modo que la mujer de la pintura. A Manuel casi se le cae el plato y ella rápidamente fue en su ayuda y las manos de ambos se tocaron y sus ojos se encontraron en una mirada que duró más de lo necesario. ¡Dios! Cuanto lo ama, sin conocerlo del todo.

               En un segundo la mente de Lydia la llevó a creer que el plato cayó al suelo y Manuel la tomó por sus delgados brazos y besó sus labios, su lengua se abrió paso y acorraló la suya entrelazándola y se sintió mareada y casi se desmaya por lo agitado que sentía el corazón, pero de seguro era sólo una alucinación.

               ¡No! Realmente la besaba, en realidad la acercó a ella y era cierto que sus entrepiernas se encontraban calentando sus cuerpos. Cuando de pronto un suspiro que crecía se apoderó de toda la habitación. Manuel la apartó de ella y le dice que se debe ir. Confundida, Lydia le cuestiona su proceder, pero él se limita a tomarla del brazo y conducirla a la puerta.

               "No. No lo entiendes, yo te amo, Manuel"; le grita con desesperación. "Creo que te amaría hasta después de la muerte". Manuel se detiene le explica que no sabe lo que dice. Sus ojos reflejan consternación. Y Lydia le explica todo. La forma en que ajustó su horario para coincidir con él, en las mañanas y tardes. Su día en el trabajo, su soledad, su tristeza, las noches escuchándole recitar poemas. Incluso le pidió perdón por no verse tan atractiva como su difunta esposa. Pero ella no piensa en otra cosa, no desea otra cosa, que estar con él.

               El susurro volvió a escucharse, pero esta vez, Manuel retomó sus besos, el también está solo, el quiere sentir su cuerpo y le dice que es hermosa. Que es tan hermosa por fuera, como por dentro. El susurro casi se asemeja a un grito ahogado, mientras Manuel toma en brazos a Lydia y la lleva a la cama para entregarla a las caricias que esperaba, los besos que ansiaba, los suspiros se confunden con los gemidos y gritos de pasion y lujuria envueltos en amor.

               En medio de la noche, Lydia se levanta para ir al baño. Se siente adolorida, pero amada. Cansada y con la cabeza pesada, pero amada. Entra en el nítido baño orina y sumerge su rostro entre sus manos colmadas de agua fría. El baño entero se siente algo frío. Se seca la cara y se mira en el espejo. Su rostro se ve radiante. "Así que, así se ve una, luego de hacer el amor"; piensa sonriendo.

                Mira el resto del baño y su corazón da un brinco al notar una sombra tras la cortina de la ducha. La sombra con la forma de una mujer parada tras la cortina. Es sólo una sombra, pero siente que la observa y sin dejar de mirarla, retrocede abre la puerta y sale a la habitación donde se sintió calmada, al ver a Manuel dormir apacible desnudo bajo las sábanas, hasta que se mira en el espejo, el ambiente se siente frío y este le devuelve el reflejo de una mujer de blanco, que la mira con una mirada perdida, vacía; y su boca se abre y no deja de abrirse dejando escapar el susurro de un grito, que le frisa el corazón que salta en latidos estruendosos en su pecho.

               Quiere gritar, pero no puede, quiere llamar a Manuel, pero no se atreve, sale corriendo hacia la sala, que está en penumbras con tan solo la tenue luz de la lámpara alta de lectura y reconoce el pedazo de habitación en el que su amado recita sus poemas y en la esquina, en la pintura, Ana la mira por encima de su hombro, con una expresión de desprecio y su mano está baja con el puño cerrado. Su corazón saltó del horror queriendo escapar del cuerpo de Lydia y fue demasiado, todo se le volvió negro y buscando la luz de la lámpara, notó tan solo un punto luminoso que era tragado lentamente por la oscuridad.

               Tres semanas después, Manuel repite su rutina de todas las noches, prepara su té, toma el libro de poesía erótica y se acerca a la lámpara de lectura. Recuerda con tristeza a Lydia que no sobrevivió al infarto.

               El ambiente está algo frio cuando se sienta en la butaca roja. Y en la esquina, el cuadro de Ana tiene una nueva figura, parada y vestida de blanco, Lydia le mira por encima de su hombro izquierdo con una sonrisa complaciente y con sus brazos se abraza como en espera de que su amado la abrace a su vez.

Sobre las Pesadillas [Completa]Where stories live. Discover now