Capítulo 14. Amistad con olor a fruta

63 6 32
                                    

Los chicos entraron a la iglesia sin hacer ruido, pues no querían interrumpir al hombre que daba instrucciones a tres adolecentes.

—¿No cree que se verá mejor en el suelo, junto al altar? —preguntó uno de ellos.

—¿Es enserio tu pegunta, Neto?, ¿piensas de verdad que San Cristóbal estaría mejor en el suelo, junto a su altar vacio? —preguntó el robusto hombre, señalando la repisa de concreto.

—Si —respondió Neto sin duda alguna.

—¿No será que prefieres que se quede en el suelo, porque te da pereza levantarlo?

—Eso también podría ser —admitió el chico entre risas cínicas.

—Ustedes dos, ayúdenle a Neto a subir a San Cristóbal al altar —pidió el hombre a los otros dos chicos, cuando sus ojos se toparon con los cuatro desconocidos.

—Sí, padre —dijeron al unisonó los adolecentes, adelantando al intrigado hombre quien sonriendo, se acercó a ellos, pues no solo eran desconocidos en su iglesia, sino que debían serlo en todo el pueblo, ya que Mawbush era tan pequeño, que el padre Eric podía asegurar con certeza que conocía a cada habitante de él, al menos de vista.

—¿En qué puedo ayudarlos? —preguntó con las manos en su espalda.

Romy se adelantó a sus compañeros, dejándole a Fátima su muñeco Kiko y sacando el pequeño saco de rayas, mostrándoselo al sacerdote.

—¿Usted es el padre Eric? —preguntó.

—Así es, ¿que se te ofrece?

Romy sacó el borrador y lo extendió hacia el cura, quien lo aceptó con una sonrisa de incertidumbre.

—Temo que no entiendo.

Romy bajó la vista, mientras el carmín acudía a su rostro.

—Ese borrador llegó a mí en un momento muy crucial de mi vida: la muerte de mis padres.

—Lamento eso.

—Fue hace mucho, yo estaba en primaria. La niña que me dio el borrador con olor a naranja, me dijo una frase que cambiaría mi forma de ver la vida... unas palabras que se volverían mi filosofía a lo largo de esta. Sin saberlo, esa niña cambió mi mundo para bien, me dijo que siempre habría momentos peores y mejores que los que vivía, y que, en resumen, debía tomarlo con serenidad, pues tanto lo malo como lo bueno pasaría... —Sin darse cuenta, Romy sonreía, concentrado en su recuerdo, al mismo tiempo, el sacerdote iba perdiendo su sonrisa, al entender la historia del chico—. Luego, de regalarme esa goma, ella me dejó dormir bajo un árbol, y cuando desperté, ya no estaba.

"Lo que se vino después fueron muchos cambios en mi vida, y desgraciadamente, nunca volví a ver a la niña para agradecerle. Así que, mis amigos y yo, nos hemos propuesto encontrarla, para cerrar por fin ese ciclo".

—¿Cómo entro yo en esa bella historia? —preguntó el hombre con voz ronca.

—Esa niña, la compañera de mi salón, es su sobrina, al menos si estoy en la iglesia correcta.

El sacerdote alzó una ceja, por lo que Romy se obligó a continuar.

—Petula, Petula Tsergas...

Eric sonrió con pesar, a pesar de toda una vida entregada a Dios, le seguían sorprendiendo los caminos que trazaba el Señor para sus hijos.

—Dígame que usted es el tío de Petula, dígame que puede ponerme frente a ella, para que yo pueda agradecerle... —El hombre asintió con pesar, y estiró su mano, para guiar a Romy.

Con olor a NaranjaWhere stories live. Discover now