Capítulo 03: Una lección de vida

133 11 128
                                    

Eran las ocho de la noche, cuando Grígori, Fausto y Romael llegaban al departamento de este último.

—¡Romy! —saludó Fátima—, ¿no deberías estar en tu concierto? —Por toda contestación, Romy descompuso su cara en una mueca de tristeza.

—Voy a cambiarme, con permiso —dijo, precipitándose a su habitación, mientras las lágrimas lo traicionaban.

—Yo te explico —le dijo Grígori a la chica—, pero, primero tú cuéntame sobre tu nuevo cabello.

Apenas había cruzado el umbral de la puerta de su habitación, Romael dejó que el llanto corriera por su cara, y recargándose en la cómoda donde guardaba su ropa interior, musitó para sí:

—Ni concierto, ni trabajo, ¡ni nada! —exclamó mientras daba un tirón al cajón superior para abrirlo, pero con más fuerza de la necesaria, provocando que algunas cosas de su interior salieran despedidas al aire.

—Ni dinero para la renta de este mes. ¡Qué valor! —dijo mientras recogía la ropa, cuando sus dedos tropezaron con una pequeña bolsita de tela, la cual tenía un tramado de rayas marrones y blancas—. Ya no me acordaba de ti —le dijo a la bolsa mientras la desataba y depositaba en la palma de su mano su contenido.

El joven llevó la mano hasta su cara y aspiró suavemente el objeto, un tenue olor a naranja llegó hasta él, pero fue tan suave que Romael no pudo distinguir si el olor provenía de aquel pequeño objeto o solo era su mente, jugándole una broma con sus memorias.

Mientras que Romy se perdía en un lejano recuerdo que había permanecido olvidado durante casi nueve años, sus amigos platicaban en su sala, en espera de su regreso.

—... entonces, prácticamente obligué a Romy a renunciar —decía Grígori.

—Eso no fue muy justo, tú no necesitabas realmente ese trabajo, Goro-goro —le reprendió Fátima—, tú vives con tus padres, pero Romy...

—Ya ni me digas, y eso no es lo peor.

—¿Hay más?

—Sí, nuestra horrible jefa va a retener nuestro sueldo lo más que se pueda, con la única finalidad de que corran a Romy de aquí.

—¿Cómo es eso?

—Romy debe pagar renta en pocos días, y si no consigue el dinero, lo echarán, y a ti junto con él.

La chica mordió su labio, mientras pensaba en alguna posible solución.

—Oye, amiga, ¿cómo le dijiste a Grígori? —preguntó Fausto, sonriendo.

—Goro-goro —contestó Fátima con una sonrisa—, es un apodo que le puso Romy, porque se la pasa quejándose de su estomago y hace un ruido que suena a "goro goro".

Fausto soltó una carcajada al oír eso.

—¡Soy de estomago sensible! ¡No le hubieras dicho, Fátima!

—Cállate que por tu culpa Romy y yo nos quedaremos sin casa.

La chica se puso de pie y sin decir nada, se retiró, para emerger nuevamente a los pocos minutos, con un mazo de cartas en sus manos.

—¡Y por eso Romy le puso Esotérica a ella! —dijo Grígori, mientras la joven disponía la mesita de centro para una lectura de cartas.

—¿Qué es eso?

—Es una baraja de Fantela la grande, sirve para leer el futuro.

—Amiga, no me digas que crees en eso —se mofó Fausto.

—¿Algún problema si lo creo?

—No, por favor, continua.

Tras sacar algunas cartas, la sonrisa de Fátima se ensanchó.

Con olor a NaranjaWhere stories live. Discover now