Capítulo 11: Una buena vecina y un aventón a Mawbush

84 7 74
                                    

Esotérica giró una de las cartas puestas boca abajo en la sábana, revelando la imagen de un esqueleto ataviado con un hermoso vestido de princesa, el concepto resultaba algo grotesco y perturbador.

—¿Es la muerte? —preguntó Romy atemorizado, aferrándose a su muñeco kiko—. ¡Es la muerte, ¿verdad?! ¡Me voy a morir, qué valor! ¡¿Por qué me haces esto, Esotérica?!

—¡No te vas a morir y cállate, que me desconcentras! Si te pones así cada vez que revele una nueva carta, me será muy difícil decirte tu futuro.

—No es que ya la tenga fácil —se mofó Fausto desde una esquina—, ¿por qué pensaste que sería buena idea traer eso, brotha?

—Te voy a ignorar —declaró la chica, para después volverse hacia Romael—. Esta carta, Romy, sí es la muerte, pero rara vez representa una muerte como tal. Generalmente, en la baraja de Fantela la grande, representa un cambio muy fuerte en tu vida, el cierre de un ciclo y el comienzo de otro.

—Tal vez se refiera a este piso —opinó Grígori, quien les daba la espalda en ese momento, hincado frente a la puerta—, la verdad que es un cambio gigantesco como se ve ahora, a comparación de cuando llegamos.

Romy y Fátima rieron ante la broma, aunque debían admitir que Goro-goro tenía razón. Había sido una buena idea pasar a la ferretería del pueblo y comprar esa escoba, ahora podrían dormir en la casa de Romy sin tanto polvo o insectos.

—Y hablando de grandes cambios, ¿cómo vas con esa puerta, bro?

—La chapa ya está instalada —declaró el joven poniéndose de pie y señalando su trabajo con el destornillador que tenía en la mano—. Ya no habrá necesidad de dejar la puerta sin llave o meterse por el tragaluz.

—Se ve bien —admitió Fátima—, aunque sigo creyendo que no debimos gastar tanto en eso, el dinero se nos está acabando de forma alarmante, y aun debemos ir a Mawbush mañana.

—Tranquila brotha, nos iremos con el gordo —rio Fausto, molestando a la chica.

—El gran cambio que necesitamos aquí no es una escoba o una cerradura nueva —dijo Fátima, estirando sus piernas—, es agua en ese baño mugriento.

—¿De qué te quejas?, tú puedes ir a la casa de Jovita cuando quieras. ¡Jodido uno que tiene que mear en una botella! —espetó Grígori.

—¿Quién diría que Jovita seguiría siendo la vecina de esta casa, y más aun, que se acordaría de ti, no bro? —preguntó Fausto, pero Romael no contestó, su mirada estaba centrada en la carta que tenía en las manos.

—La muerte —murmuraba Romy para el mismo—, un gran cambio... cerrar un ciclo... ¿estará ligada esta carta con mi reencuentro con Petula y el borrador de naranja?

—Bro, esa carta es solo un trozo de papel, y como juego, está entretenido, pero no puedes dejar que escoja tu destino, porque estarás jodido.

Fátima se puso violentamente de pie ante estas palabras, pero antes de que dijera cualquier cosa, alguien llamó a la puerta.

—Tenemos visita en nuestra nueva casa —canturreó Grígori, abriendo—. ¡Jovita, buenas noches! —saludó a la anciana robusta y un poco jorobada que se encontraba frente a él.

—Buenas noches. —La mujer entró a la casa, buscando en la oscuridad parcial a Romy. A pesar de haberlo saludado esa misma tarde y haber platicado con él, no dejaba de creer lo grande que estaba aquel chico, y de lo mucho que había cambiado a lo largo de diez años, pero no lo suficiente como para no reconocer su cabello chillante y sus ojos alegres. Fue demasiado fácil para el joven remover la empatía que su antigua vecina ya sentía por él, y así evitar que llamara a la policía cuando vio que se metían a aquella casa.

Con olor a NaranjaWhere stories live. Discover now