21. Hospital blanco

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—¿Metas?

—Nunca quiso decirme —solté después de pensarlo mucho—. Ahora que recuerdo, siempre balbuceaba cosas que no entendía. Algo así como: "Aún está ahí" o "debo ir matarla pronto", era algo que siempre me desquiciaba porque a veces lo repetía tantas veces que no me dejaba dormir o me despertaba cuando estaba dormida. Era algo escalofriante a veces.

Alexander se me quedó viendo como si me hubiese vuelto loca y, al decir verdad, cuando volví a repetir lo que había dicho en mi mente, realmente parecía como si se me hubiera zafado un tornillo por que prácticamente escuchaba voces en mi cabeza.

—Ya lo sé —Le miré ciertamente cansada—. Es algo extraño y creo que la pregunta que te tengo que hacer es: ¿estarás bien después de que lo despiertes?

El de los ojos claros y cabello oscuro respiró pesadamente, pensando aquello con determinación. Esperé embelesada por cómo sus fuertes brazos de contraían y sus ojos se iban hacía arriba pensando en lo que posiblemente sería una pesadilla pronto. Conocería, a pesar de sus muchos años vividos, que no poseía de la palabra privacidad en todos sus sentidos. ¿Se llevaría bien con su otro yo como lo había hecho yo después de algún tiempo de conocerla? Intenté recrear al otro Alexander que aguardaba dormido en su interior. ¿Qué tipo de hombre nos esperaba? ¿Sería fácil de tratar o iba a hacer otro obstáculo para mí y mi hijo? Imaginé a alguien serio, más frío y calculador que mi Alexander y no pude evitar temblar de miedo. ¿Habría alguien peor que mi novio cuando estaba enojado? Esperé a que aquellos ojos se posaran en los míos y cuando levantó sus hombros en señal de sometimiento, le tomé de las manos con alegría.

—No es como que tenga opción —comentó, dándome a entender que lo hacía por mí y no porque realmente quisiera. Me sentí algo mal al respecto, ya que tener a alguien que constantemente esté hablando no es del nada bonito, pero no había otra respuesta. Necesitaba que él le preguntara—. Pero sigo sin entender eso del corazón propio y el tener que hablarle. Nicole, esto no va a funcionar. Me parece bastante... tonto.

Dejé salir un suspiro y me volví a sentar en las escaleras. Tenía razón. Tal vez su otro yo había tenido tan buena comida todos estos años que estaba en un periodo de hibernación... o tal vez, simplemente no quería relacionarse con él a pesar de los años que tenían juntos como un le-kra.

Traté de buscar una solución a aquello y tanteé recordar cómo es que había sido que la otra Nicole y yo nos habíamos conocido por primera vez. Justo cuando estuve revisando mis memorias y estaba a punto de darme por vencida para ponerme a llorar, aquel hospital blanco se me vino a la cabeza como si hubiese sido una explosión a tiempo.

Miré a Alexander con estrellas en los ojos y con un brinco, me levanté tomándole de la mano. El de los ojos celestes no se quejó; sin embargo, no pudo evitar preguntar a dónde íbamos.

Dejé que la respuesta se pusiera frente a él cuando prácticamente lo arrastré a afuera de aquel edificio del que yo había salido hacía ya un par de horas antes y el cual había odiado literalmente toda mi vida. ¿Quién hubiese creído que ahora estaba realmente feliz de ver a aquellas enfermeras ir y venir por las ventanas?

El amor de mi vida no pudo evitar mirarme con cierta confusión, ya que él no tenía ni la menor idea de lo que yo había hecho en el pasado cuando había regresado con el doctor William hacía ya muchos años atrás.

—Solo mantente callado y no te enojes —comenté, sabiendo que pronto iba a ser testigo de aquella maquina endemoniada que estaba muy bien escondida en la oficina de su querido tío.

—¿Qué hiciste? —Su semblante se hizo algo sombría. Su mano comenzó a aprisionar la mía, en señal de que no le gustaba la idea de entrar sin saber qué estaba pasado.

Colores clarosWhere stories live. Discover now