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El tiempo había dejado de correr de manera natural. Cada minuto era una eternidad. La monotonía se había apoderado de mi vida. Al igual que de mi ánimo, nada me generaba emoción. Vivía en automático. Trabajar, estudiar, dormir. Era lo único que hacía, y a veces ni siquiera lo hacía.

En el trabajo estaba ausente durante las reuniones ni siquiera participaba, cada día me costaba más concentrarme en los textos, mis exámenes habían sido un completo desastre, y las pesadillas se habían transformado en moneda corriente.

Valentín me escribió los primeros días después de aquella última llamada pero no respondí sus mensajes. Insistía con verme, quería que nos juntásemos a hablar en persona, pero no podía. No me atrevía a volver a verlo a la cara, a ver sus ojos otra vez. Incluso había cerrado mis redes sociales para no tener noticias suyas. No quería saber de él. El solo pensar en él me dolía más que su ausencia, que estaba en todas partes.

No podía sacarlo de mi mente. Lo extrañaba, lo necesitaba, pero me dolía aún más recordar lo que había hecho. La herida era demasiado profunda, aún estaba abierta. Si lo veía sería como echarle sal. Necesitaba sanar, recuperarme. Volver a ser yo misma sin depender de él para ser feliz. Me lo debía a mí misma. Había dejado que se apodere de mi felicidad, de mi vida por completo. Tenía que aprender a vivir sin él.

Respiré profundamente antes de girar la llave en la cerradura de la puerta principal de mi antigüo hogar. Tenía que buscar la ropa de media estación que había dejado. Sonreí al ver a Santino sentado en el suelo de la sala, frente a la televisión. El pequeño dejó el joystick a un lado y corrió hacia mí con sus brazos extendidos.

- Te extrañé, enano - dije acariciando su espalda intentando contener las lágrimas

- Yo también - apretó fuerte mi cuello con sus delgados bracitos - ¿Qué hacés acá? - se separó de mí para observarme con curiosidad

- Vengo a buscar algo de ropa que dejé, y a visitarte - respondí despeinando su cabello

Mi madre apareció por detrás y me miró sorprendida.

- Clari - se acercó lentamente con los ojos vidriosos - mi vida - me rodeó en un abrazo protector y cerré los ojos con fueza mientras olía su perfume tan peculiar

Por primera vez en mucho tiempo me sentía menos rota, como si mi madre estuviese uniendo mis pedacitos en su cálido abrazo.

- Te extrañé, hija - susurró cerca de mi oído y sentí mis mejillas humedecerse

- Yo también, ma - respondí con la voz quebrada

- Estás muy flaquita, corazón - comentó alejándose y acariciando mis brazos mientras me observaba de arriba a abajo - ¿Estás comiendo bien? -

Había perdido varios kilos en las últimas semanas, era cierto. Mis pómulos estaban más marcados y mis ojeras más oscuras hacían que mi aspecto físico luciera fatal, tal como me sentía por dentro.

- Estoy bien ma - sonreí falsamente

- Mi amor - mamá me acarició la mejilla con cuidado, como si fuese de cristal

- Vine a buscar unas cosas - señalé hacia arriba, antes de que siguiera con su interrogatorio

- Bueno, pero vení primero tomemos unos mates, hice budín de manzana, ese que te gusta a vos, dale - tomó mi mano y comenzó a caminar hacia la cocina

Reí brevemente poniendo los ojos en blanco. Sabía que era inútil resistirme. De todas maneras, mis tripas hicieron ruido en mi interior, señal de que no me vendría mal algo de alimento, sobre todo si era la comida de mamá.

[...]

- ¿Y Valentín? ¿Cómo está? - la pregunta que había estado evitando durante toda la charla salió de la boca de mi madre y se clavó como un puñal en mi pecho

- No sé - admití tragando un pedazo de budín que estaba masticando, de repente había perdido el apetito

- ¿Se pelearon? - preguntó preocupada

- Algo así - respondí vagamente

- Hija... - tomó mi mano a través de la mesa y la apretó suavemente - Lo lamento, perdón

- Está bien, ma, de todas maneras no iba a funcionar - dije más para mí misma que para ella

- No digas eso, se veían tan bien, te hacía bien - 'hacía', en pasado, pensé

- Pero me engaño con otra chica en un boliche y me enteré por sus amigos - solté como si fuese veneno - y yo no soy como... - me callé

- ¿Como yo? - concluyó por mí, vi el dolor en su mirada

- No quise decir eso, ma - sacudí mi cabeza, arrepentida

- Está bien, cielo, te entiendo, yo pensaba lo mismo, que jamás perdonaría una infidelidad y sin embargo... cuando me pasó - hizo una pausa - hay cosas que no se pueden explicar, cuando el amor es tan grande esas cosas duelen el doble y a la vez, te da las fuerzas necesarias para luchar por no perder eso tan maravilloso que conseguiste - sonrió débilmente

Oí el ruido de la puerta abrirse y cerrarse, segundos más tarde mi padre apareció en la cocina. Me observó con sorpresa sin decir nada.

- Voy a buscar mis cosas - dije poniéndome de pie y caminando hacia la sala

Pasé por al lado del hombre que tanto daño le había hecho a mi madre, y aún así ella le había dado otra oportunidad. Ni siquiera pude mirarlo a los ojos. No soportaba su presencia cerca. Jamás entendería por qué había hecho lo que hizo. No existía justificación para eso.

Tomé algunas prendas de verano ya que en algunos días me harían falta, el clima estaba empezando a cambiar y se acercaban las altas temperaturas. Revisé mis pertenencias, cada prenda me recordaba algún momento especial junto a Valentín. La ropa que usé durante todo el verano, las tardes en su terraza, las remeras que en algún momento decoraron el piso de su habitación. Era imposible olvidarme de la existencia del castaño. Era parte de mi vida. Lo seguía siendo.

Me sobresalté con el ruido de unos golpes en la puerta. Antes de que pudiera decir algo, mi padre apareció y entró en mi habitación sin hablar. Inspeccionó las cosas sobre la cama que aún me faltaban por guardar en la mochila que había llevado.

- ¿Podemos hablar? - oir su voz después de tanto tiempo fue transportarme al pasado, cuando todo estaba bien entre los dos, cuando mi vida era más sencilla

- No tenemos nada que hablar - respondí sin mirarlo

- Clara... - dijo como una súplica

Suspiré y me senté en mi vieja cama. Mi padre tomó asiento a mi lado, a unos cuantos centímetros de distancia. Él tampoco podía mirarme a los ojos. Observé su cabello canoso, sus arrugas, había envejecido considerablemente en el último tiempo.

Recordé las veces que Valentín sugirió que debería darle una oportunidad a mi padre y escuchar lo que tuviera para decir. Qué irónico, pensé. Una parte de mí esperaba encontrar alguna respuesta o solución. Si mi madre había logrado perdonarlo, tal vez yo podría perdonar a Valentín.

Hmmm esos daddy issues amigaaa.

andrómeda | wos • valentín olivaWhere stories live. Discover now