✺Capítulo 12

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-Capítulo seis-Dijo Remus-

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-Capítulo seis-Dijo Remus-. Marrano y Pimienta.

-¿Marrano y Pimienta?

-Si, ahora cállate.

-Callame.

Remus sonrió.

-Idiota. Alicia se quedó un par de minutos...

-¡Ey! Yo hablaba en serio.

Remus sonrió y lo besó.

-¿Contento?

-Muy, vamos, sigue.

-Alicia se quedó un par de minutos mirando la casa, preguntándose qué hacer, cuando de pronto salió corriendo del bosque un lacayo de librea (en realidad Alicia lo tomó por un lacayo precisamente porque tenía librea; en caso de haber juzgado simplemente por su cara lo habría considerado un pez), y golpeó ruidosamente la puerta con sus nudillos. Otro lacayo de librea, de cara redonda y grandes ojos de rana, la abrió. Ambos tenían, según pudo ver Alicia, pelucas empolvadas llenas de rulos. Alicia sintió una gran curiosidad por saber de qué se trataba y se asomó sigilosamente desde el bosque para escuchar.
El Lacayo-Pez empezó por sacar de abajo del brazo una gran carta, casi tan grande como él, y se la entregó al otro diciendo solemnemente:
—Para la Duquesa. Una invitación para jugar al croquet de parte de la Reina.

-Croquet, ¿Qué es croquet?

-Un deporte muggle. El Lacayo-Rana repitió, con idéntica solemnidad pero invirtiendo el orden de las palabras:
—De parte de la Reina. Una invitación para jugar al croquet para la Duquesa.
Después ambos se inclinaron ceremoniosamente y sus rizos se enredaron.
Alicia se rió tanto de la escena que tuvo que volver corriendo al bosque por miedo a que la oyesen, y, cuando volvió para espiar, el Lacayo-Pez ya se había ido y el otro estaba sentado en el suelo cerca de la puerta con los ojos estúpidamente fijos en el cielo.
Alicia se dirigió tímidamente hacia la puerta y golpeó:
—No tiene ningún sentido golpear —dijo el Lacayo— y eso por dos razones. Primero, porque yo estoy del mismo lado de la puerta que tú y después porque están haciendo tanto barullo allá adentro que nadie podría oírte.
Y es verdad que dentro de la casa había un barullo realmente extraordinario: aullidos y estornudos incesantes y, de tanto en tanto, un estrépito, como si se hiciese pedazos un plato o una cacerola.
—Entonces, por favor —dijo Alicia—, ¿cómo hago para entrar?
—Podría tener algún sentido que golpeases —siguió diciendo el Lacayo sin prestarle atención— si la puerta estuviese entre ambos. Por ejemplo, si tú estuvieses adentro podrías golpear y yo podría dejarte salir ¿sabes?
No dejó ni por un momento de mirar el cielo mientras hablaba, cosa que a Alicia le pareció decididamente grosera.
—Pero tal vez no pueda evitarlo —se dijo—, ¡tiene los ojos casi arriba de la cabeza! Pero al menos podría responder a mis preguntas.
Y agregó en voz más alta:
—¿Cómo hago para entrar?
—Yo me voy a quedar aquí sentado —señaló el Lacayo— hasta mañana…
En ese instante se abrió la puerta de la casa y salió disparada una fuente, derecho a la cabeza del Lacayo: apenas le rozó la nariz y se hizo añicos contra uno de los árboles del fondo.

The Shinning Moon [Wolfstar]Where stories live. Discover now