Capítulo 5

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Mi relación con Robert, increíblemente, ha progresado. Desde que nos conocimos, almorzamos juntos a diario y charlamos sobre temas triviales. Ya notó que soy de pocas palabras y que tengo problemas para relacionarme con la gente, y es genial lo condescendiente y excelente orador que es. Le conté que empecé a ir a terapia, así que se ofreció a ayudarme con los posibles problemas que tenga, y me invitó por un cerveza.

Le conté a Barry con la esperanza de que no le agradara la idea y así cancelar la salida, pero por lo contrario, se alegró muchísimo e insistió en que debía aceptar.

Entonces Robert me trajo a un bar que desconocía. Ordenó por mí, pero apenas bebo unos sorbos de la piña colada en el transcurso de la noche. Él lleva dos cocteles. Su plan es que conozca a alguien.

—Tengo a Barry —respondo.

—No ese tipo de «alguien». Un amigo, quizá. O amigas. ¿Tienes amigas?

—No.

—Pues conocerás a alguna linda chica ahora —rodea mi cuello con su brazo—. Despídete de esa actitud introvertida. ¿Ves esa mesa?

Volteo. Hay una señorita solitaria en ella revisando su celular.

—Sí.

—Seguramente la dejaron plantada o vino a desaburrirse.

—¿Eso crees? Quizá espera a alguien.

—Lleva aquí más rato que nosotros; se nota por las copas vacías en la mesa y su rostro de descontento. Me acercaré a hablarle y, con suerte, consiga su número. Mira y aprende; así se socializa.

Observo en silencio cómo se acerca hasta su mesa, sonriente, y capta su atención. Le pregunta algo, ella asiente y él toma asiento. Charlan. Luce tensa. Después sonríe y deja su celular en la mesa, para después relajarse. Después Robert me señala, y ella me mira y ríe. Me tenso de inmediato.

Robert se levanta y se acerca a mí nuevamente.

—¿Viste lo que pasó allá? —pregunta con una sonrisa.

—Sí.

—Tenía razón: la dejaron plantada. Y aceptó que la acompañara el resto de la noche. Pero tranquilo, no te dejaré solo; este es tu reto: consigue a alguien, para que nos sentemos los cuatro en la misma mesa.

—¿Ah? —arrugo la frente.

—Haz un amigo.

—No me apetece hacerlo.

—¡Vamos! ¡Por eso te traje aquí! Es para ayudarte, Steve. Me viste hacerlo, no es muy difícil. Sólo sé amable y sonríe. Recuerda que en los bares la gente es muy desconfiada, así que aparenta ser buen chico en todo momento. Te espero allá con Wendy. —Procede a alejarse.

No sé qué hacer. Quiere que haga un amigo en tiempo récord, pero ni siquiera se me da hablar con la gente. Debo concentrarme y hacer lo mismo que él.

Primero buscar a alguien solitario.

Hay varios candidatos, y el más cercano es un hombre que luce pasado de copas. Sin embargo, creo que lo mejor es descartar hombres. Wendy podría sentirse intimidada al estar rodeada por tres. Una mujer es lo más apropiado, pero no tengo idea de cómo acercarme sin asustarla. Debo sonreír. Hay una chica en esta misma barra, pero está algo lejos. Bebe una copa de martini mientras observa a la gente bailar. Creo que es mi oportunidad.

Me levanto sosteniendo mi piña colada, y decido acercarme algo cohibido. Ella, al verme, tensa los hombros. Olvidé sonreír.

—Hola —sonrío.

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