Trenes vienen y van, el ruido se aleja con ellos.
¿Qué más decir en esta silenciosa noche?
Sentada en la cama, con la luz de la luna entrando por mi ventana.
Cierro lentamente, y vuelvo a abrir y vuelvo a cerrar la puerta de la ventana.
Escuchando el chirrido que hace al sentir mi fuerza.
Segundos pasan, cuarenta y contando. Cuarenta y uno, cuarenta y dos; tres cuatro cinco...
Encendí la televisión, con un canal de música puesto.
Naranaranarana... Tarareaba la melodía sin saber la letra.
Los grillos me acompañan con su característico ruido.
Y la heladera de fondo haciendo brrrrrr; intermitente.
Sin darme cuenta empecé a aplaudir y a levantar la voz.
Saltando en la cama como solía hacer en mi infancia.
Bailando con todos mis amigos, cada uno a su ritmo.
Lalalala
Turuturuturuturu
Paraparaparapara
Cantando distintas partes, unidas en una sola canción.
Con ritmo frenético, sin pensar en el final; eso no nos importa.
Mientras estemos juntos la canción no morirá nunca.
Mis amigos se van mañana, no me puedo dormir ahora.
El mañana no existe, el ahora es lo único que vale la pena.
No voy a perder ni un minuto pensando, no mientras el ritmo sigue.
