Fiesta de graduación

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La comida llego unos 10 minutos después de que la abuela llegará, le estaba ayudando a instalarse en la habitación de huéspedes, mientras ella me contaba como estuvo su viaje, la abuela tenía esa mágica y especial capacidad de hacerme sentir como en una burbuja en la que ningún daño podía llegar a mí, nada en el mundo me podía hacer sentir mal, mientras ella me contaba de sus anécdotas o sobre la infancia de mamá, me encantaba estar con ella, era la mejor sensación del mundo y en este momento, en este cuarto, a esta hora, escuchando a la abuela hablar me sentía la persona más afortunada del mundo, no creía que pudiera haber alguien más afortunada que yo, ni si quiera esas personas ganando la lotería.  

—Vamos a comer o se enfriara la comida. — me dice cerrando uno de los cajones en donde estábamos acomodando su ropa.

—Creo que se refiere: a vamos a comer o tu padre llegará — le digo riéndome.

—Siempre he dicho que me parece estupendo que tu padre sepa cocinar y hacer las labores de la casa sin que tenga una de esas masculinidades frágiles, — dice tomándose del barandal para bajar las escaleras — pero creo que a tu padre le iría mejor barriendo que cocinando, que él cocine es peligroso para la salud pública. — dice con un tono bastante seguro que me hace reprimir una sonrisa.

—Papá no cocina tan mal — digo en su defensa — esta mañana me hizo el desayuno y sigo aquí.

—Tal vez solo me quiere matar a mi. — dice llegando a la mesa.

 —¿Por qué papá te querría matar? — le pregunto dándole su comida y sentándome frente a ella.

—Porque tú y tu mamá me quieren más a mí que a él — dice empezando destapar su comida —   en su defensa si fuera al revés yo también lo querría matar — dice la abuela con una gran sonrisa.

Las primeras gotas de lluvia se escucharon justo cuando mamá y papá se estacionaron en la entrada de la casa y las habituales risas de mamá y papá se escuchaban por encima de la lluvia, la abuela mira a la puerta con una gran sonrisa pero cuando la ve abrirse la borra rápidamente, es tan orgullosa como para admitir que esta feliz de ver a papá, pero aun cuando se esfuerza por ocultarlo sé que papá sabe que la abuela lo aprecia mucho, ya que se lo demuestra con pequeñas acciones, como enviándole regalos en su cumpleaños o felicitándolo en navidad y año nuevo.

—Mamá. — grita mi madre en cuanto ve a la abuela y corre a abrazarla — tiene meses que no te veía. — amaba el semblante de mamá que aun sin maquillaje lucía lleno de vida.

—No tiene tanto. — dice la abuela Rosi regresándole el abrazo.

—¿Ya comieron? — pregunta papá cerrando la puerta. — Porque les podría cocinar algo.

—Justo terminamos de comer, — dice la abuela con un tono falso de lastima — pero les puedo preparar algo — se ofrece la abuela.

—Comimos en el hospital, mamá. — dice mi madre que seguía abrazada a la abuela como niña pequeña.

—Oh, papá Pierre marcó — le digo recordando la llamada. — Dice que nos invita a cenar este fin de semana en su casa.

—Oh, cierto me estuvo marcando, pero no tuve oportunidad de contestar. — dice papá sacando su teléfono. — aunque tal vez tengamos decir que no, tus abuelas estarán este fin de semana en casa. — dice mirando a mi madre en busca de su opinión.

—Se lo comente y dijo que no había problema, dijo que iba a preparar quenelle y que Karla haría el postre favorito de mamá.

—Ah, quenelle. — dice papá. — Tal vez no sería mala idea ir. — dice viendo fijamente a mamá.

Cuando empieza el veranoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum