Los secretos no siempre permanecen escondidos

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Azael- tienes razón, no vine por casualidad.

Dejo aquel peine que parecía hecho y pintado a mano como una artesanía de lugares turísticos, y lo cambio por la daga cuya hoja resplandecia como obsidiana negra, el mango dorado iluminado con la luz de algunas aberturas que dejaban entrar la luz del sol, y la gema azul como zafiro.

Aquel objeto llamo bastante la atención del dios de los mares, y su cosmo en acto posterior se elevó por unos momentos hasta que se tranquilizó, Azael le dio tiempo para calmarse y en todo ese tiempo no perdió su sonrisa, entendía lo que ese dios sentía al ver semejante objeto en sus manos, uno de los más preciados para esas divinidades y de la cual los humanos no tenían conocimiento.

Poseidón- ¿dónde conseguiste eso?

Azael- no fue fácil encontrarla entre tantos escombros en el inframundo.

Se paró de donde estaba y vio de frente al dios, sintiendo con cierta dificultad unas cinco presencias acercándose por diferentes partes del templo hasta donde estaban, no había escondido su cosmo para ser encontrado con facilidad por ese dios en particular, necesitaba verlo para probar que la información que le dieron era correcta, él estaba débil como la mayoría de los dioses olímpicos por los conflictos constantes que les costó bastantes de sus mejores guerreros en los últimos años.

No parecía muy perturbado por la cercanía de esos otros que también parecían haber acompañado a su deidad, al contrario, le complacia enormemente, los esperaría un poco más, mientras jugaría un poco con la situación.

Azael- hay varias formas ocultas de salir del inframundo, pero tú sabes bien que sólo existe una forma de ir a ese limbo, ya sabías que la tenía de todas maneras ¿no?

Estaban muy cerca ahora, simplemente no se dejaban ver, soltó un suspiro de resignación al saber que no podría quedarse a hablar un poco más, no tenían mucho que contarse de cualquier forma, tenía una conversación mucho más importante que atender con alguien que no necesariamente le tendría nada más que rencor y odio intenso.

Poseidón- será mejor que te alejes de este lugar.

Se dejaron ver, dos hombres y dos mujeres que poseían armaduras azules propias de la guardia de los marinos, y del mismo pasillo que uso el dios llegó una marina más de armadura color coral y cabello rubio que se puso al lado de su señor.

Sin necesidad de ningúna orden ni palabra, dos de ellos se fueron en contra suya ahora que estaba más lejos de aquella estatua, lo suficiente para no dañarla con la pelea.

Una de las mujeres fue la primera con la que tuvo contacto, paraba sus golpes que tenían rapidez pero carecían un poco de fuerza por la falta de uso del cosmo, parecían aprendices simples, su otro atacante era un hombre con la fuerza de la que su compañera no estaba provista, ambos armados como los otros de tridentes menos voluminosos que su dios pero que sabían usar bien moviendolos en sincronía para causar a su cuerpo alguna herida, pero no era su intención pelear con esos humanos.

Con una de las estocadas ajenas aprovechó para lanzar la única arma que tenía, dándole impulso con su propio cosmo, los ataques cesaron para ver que la hoja negra de la pequeña arma se había incrustado en la cabeza de aquella hermosa ave, justo en la mitad entre ambos ojos y sobre el fino pico pequeño.

Poseidón- maldita sea- susurro al ver como una grieta se extendía desde donde permanecía clavada aquella hoja negra hasta ir aumentando su tamaño pasando hasta los ojos y gradualmente un poco más abajo.

Tetis había sido de las únicas que sobrevivieron contra la batalla con Athena junto a Sorrento que se había mantenido afuera para evitar problemas o interrupciones fuera del templo.

un viaje al pasadoOnde histórias criam vida. Descubra agora