—¿Que no es verdad? —repitió ella, pasmada—. ¿Y qué acabo de ver? ¡Estabas...!

Pero yo ya no seguí escuchando. Esto me superaba. Quería irme a casa.

De pronto, el beso que le había dado a Aiden ya no tenía un sabor dulce en mis labios. Ahora, los sentía fríos y amargos. Y quería ir a lavarme los dientes. Y a meterme en la cama, cubrirme la cabeza con una almohada y hacerme una bolita hasta que saliera otra vez el sol y estuviera obligada a atender mis obligaciones.

Noté que mis piernas se movían de forma automática hacia la puerta y Rob se acercaba a decirme algo, pero no me interesó hablar con él. Ahora no. Ni siquiera sabía cómo lo estaba aguantando tan bien. Por fuera casi parecía serena, pero por dentro empezaba a sentir que me faltaba el aire.

Abrí la puerta del gimnasio y empecé a recorrer la calle, dando gracias silenciosamente al aire frío, que chocaba con mi cara y hacía que sintiera que mi cerebro dejaba de estar tan entumecido.

Quizá habría conseguido aclarar un poco mis ideas si no hubiera sido porque, a los veinte pasos, escuché la puerta del gimnasio abrirse otra vez, con mucha más fuerza, y pasos apresurados acercándose a mí.

No necesité darme la vuelta para saber quién era.

—¡Espera! —Aiden me adelantó con facilidad y se detuvo delante de mí, bloqueándome el paso con su cuerpo—. Espera, sé que estás enfadada, pero puedo explicarlo, no...

—¿Estás casado? —le pregunté sin mirarlo a la cara.

Hubo un momento de silencio. De horrible silencio. Necesitaba escuchar una respuesta negativa, pero no me la estaba dando.

Y, finalmente, respondió, pero no como me habría gustado que lo hiciera.

—Sí —me dijo en voz baja.

Cerré los ojos un momento. Eso me había sentado como una jarra de agua helada. Cuando volví a abrirlos, me obligué a mí misma a mirarlo a la cara. Fuera cual fuera mi expresión, hizo que Aiden apretara los labios.

—Pero no la amo —añadió en voz baja.

—¿Te crees que eso lo hace mejor? —espeté sin poder contenerme, mirándolo directamente—. ¡Estás casado! ¡Casado! ¿Cómo...? ¿Qué...? ¿Desde cuándo?

—Desde hace dos años —me aseguró, bloqueándome el paso con su cuerpo cuando intenté pasar por su lado.

—Y ella es April, ¿no? Tu exnovia.

—Nunca te dije que fuera mi exnovia. Te dije que fue mi pareja.

—¡Y sigue siéndolo!

—¡No, no lo es! Amara, escúchame...

—¿Tenías pensado decírmelo en algún momento? —lo corté, furiosa—. ¿O ibas a seguir con esto eternamente?

—Quería decírtelo —me aseguró enseguida, dando un paso hacia mí—. Pero... no es tan fácil.

—¡Es muy fácil! ¡Solo son dos palabras, Aiden! "Estoy casado". ¡Solo eso!

—¡Pero no es... no estoy casado con ella porque la ame! Fue una tontería que... que hice sin pensar. ¡Ni siquiera la había visto en un mes!

Eso hizo que me detuviera en seco y lo mirara, furiosa.

—¿Un mes? —repetí en voz baja—. Hace un mes ya me conocías. Hace un mes ya me hacías bromas e insinuabas que no éramos solo amigos. ¡Hace un mes me metiste mano en un maldito callejón!

—Amara...

—Vete a la mierda —di un paso atrás.

—Pero...

Tardes de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora