28-. 400 palabras sobre ambas caras de la sensibilidad.

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Para nosotros, a veces, la sensibilidad es una maldición;

pero eso es porque no comprendemos el significado de este don.


La sensibilidad, el dolor, nos recuerda que estamos vivos.

Es la mejor manera de saber que hemos sobrevivido.


Muchas veces nos gustaría aplicarnos algo para anestesiar lo que sentimos,

queremos evitar sufrir, pero sin sufrir no existen los sentidos.


Y si no existen los sentidos,

no hay vida,

no hay esperanza

no existe nada

que nos impulse a levantarnos cada mañana.


Vivir no es fácil, se sufre mucho.

A veces, sentimos amor por quien realmente no es bueno, sino un simple chucho.

La sensibilidad solo hace que eso se incremente más:

hay reacciones que, por mucho que queramos

(y queremos)

no podemos cambiar.


Podemos ser muy positivos,

podemos acallar nuestro interior volviéndonos activos

podemos realizar actividades

que lleven a nuestra mente fuera de nuestras realidades.


Pero al final la vida acabará volviendo;

no podemos huir para siempre de nuestros tormentos.


La sensibilidad nos lleva a tomarnos las cosas desde el corazón;

el problema viene cuando esas cosas no tienen solución.


La sensibilidad es un don muy hermoso,

podemos ser felices tan solo oyendo música u oliendo un bizcocho,

pero la sensibilidad es como una rosa:

si la ves de cerca las espinas te destrozan.


La sensibilidad nos hace cometer miles de diminutos errores;

constantemente, vivimos la vida pasando a través de sinsabores.


La sensibilidad nos hace evitar los conflictos,

pero casi siempre los generamos nosotros mismos.


Vivir con otras PAS es complicado.

Con quienes no lo son ¡uy, se prevén altercados!


Cuando tenemos momentos de relax nuestra maravilla interna podemos apreciar.

Pero, lo confieso, casi nunca es así.

Hay pocos momentos en la vida en los que sea agradable profundamente sentir.

Y los libros no nos preparan para convivir; no nos sacan de ahí.

Admito que muchas veces necesitamos explotar

aunque las cosas por las que lo hagamos a nadie le parezcan importar.


Reconozco que, muchos días

mi sensibilidad ha sido por donde me perdía.

Todavía pierdo los nervios si hay alguna riña.


Admito que mi sensibilidad es un lastre para ser normal, alguien que puede vivir haciendo.

Admito que solo me encuentro segura sin actuar, sin cambiar, únicamente siendo.


Y sí, puedo decir sin temor a equivocarme

que yo también, durante ese tiempo que estoy para el arrastre

que esa sensibilidad de la que tanto me precio

empiezo y acabo sin remedio detestando y maldiciendo.


SensibilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora