Capítulo 8

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El chocolate era líquido, pero estaba fresco, no caliente. Mi piel lo recibía con gusto disfrutando también del intenso sabor de la fresa que había empapado mis labios y dejado que una gota de su jugo quedase bailando en el límite entre ambos mientras masticaba. Derek no había perdido detalle de mis labios y atrapó esa gota antes de que se perdiese en el interior de mi boca. Su lengua barrió cada milímetro de mis labios terminando por separarse para quitarse la ropa.

— Creo que tenías razón y necesitaba recordarlo...

Solté una pequeña risa y bajó hasta mis caderas para deshacerse de la última prenda de ropa. Observé mis senos llenos de chocolate y cómo éste seguía escurriendo por mi cuerpo para terminar, seguro, manchando las sábanas; sin embargo, algo me decía que eso era lo que menos le importaba a Derek en ese momento.

Abrió mis piernas y se situó entre ellas antes de comenzar a recoger con su lengua cada minúscula porción de chocolate en mis senos, rozando mis muslos con sus manos en el proceso para obligarse a no tocar, a hacerlo exclusivamente con la boca y sentí que me perdía en la misma gloria. Mis manos se agarraron a las sábanas y me arqueé sin importarme cómo terminase de manchado todo aquello.

Terminó de limpiar uno de mis senos y atrapó mi pezón chupando con fuerza antes de dejarle para atender a mi otro seno. El proceso fue parecido e igual de placentero antes de sentir que el chocolate volvía a recorrer mi cuerpo bajando por mi vientre hasta donde quiso y mis piernas también recibieron un pequeño baño dejando varios caminos de chocolate que recorrer.

Derek se dio a la tarea con avidez, pero endemoniadamente lento y concienzudo para no dejar ni una minúscula gota sin lamer. Iba ascendiendo desde mi rodilla por la cara interna de mis muslos y llegó a mi ingle terminando por acariciar mis labios vaginales con los suyos propios antes de volver a ascender a mi vientre y bajar muy despacio hasta dejarme completamente limpia del chocolate, pero pegajosa.

Pensé que había terminado y atacó mi sexo aún más hambriento que con el chocolate logrando que cerrase mis ojos con tanta fuerza deseando que aquello no parase jamás. Su lengua me recorría con la rapidez de una gacela, pero era cuidadoso en las partes donde debía serlo y torturaba aquellas que querían más atención, incluyendo la penetración.

Mis manos dejaron las sábanas y se agarraron a sus cabellos mientras me perdía en el nirvana. Aquella era la verdadera sensación de la delicia, cuando un hombre no poseía solamente tu cuerpo, sino que dominaba tu alma arrancándote la dulzura e inocencia para regalarte el manto de la unión sagrada.

Grité al techo y tiré de sus cabellos antes de correrme contra sus labios que atraparon mi orgasmo sin desperdiciar absolutamente ni un solo fluido. Estuvo un rato más entre mis piernas mientras yo recuperaba el aliento con el labio inferior mordido. Le quité de entre mis piernas con la mayor suavidad que pude y besé su boca hasta que nuestros besos se volvieron inconexos.

Nos giré y me senté sobre su abdomen dejándole a él contra la cama. Le quité las gafas que para ese momento estaban pringadas y completamente empañadas. Dejé que sus manos se aferrasen a mis nalgas y les diesen un apretón antes de que me inclinase hacia delante para atrapar una fresa y mojarla en chocolate muy despacio, sin importarme que el chocolate fuese cayendo en su pecho elevándome lo suficiente para que siguiese recorriendo sus abdominales bajo mi cuerpo.

Rió y le di la fresa que acogió entre sus labios masticándola despacio, dejándome que le diese toda la fruta antes de dar una pequeña mordida a uno de mis dedos.

— ¡Oye! —reí con diversión inclinándome sobre él sin poder evitar que mis pechos se volviesen a manchar de chocolate.

Atrapé su boca en un apasionado beso y descendí con mis labios dejando pequeños besos hasta que el chocolate empezó a hacer su acto de aparición. Lamí muy lentamente para torturarle lo mismo que él me había torturado a mí. Sus ojos estaban fijos en mis movimientos y el sonrojo era inevitable a esas alturas.

Pude sentir bajo mi lengua la manera en que su piel respondía, o bien por la temperatura del chocolate, o bien por el contraste con mi boca. Poco a poco se iba volviendo de gallina, sacando esos pequeños bultitos y como su escaso vello corporal se ponía de punta.

A medida que descendía la pesadez de su respiración era más pesada, sus ojos se cerraban en ocasiones sin permitirme ver cómo se iba tiñendo su iris de un tono más oscuro y de su boca empezaban a escapar jadeos que dieron paso a gruñidos en cuanto mis senos hicieron su primer contacto con su pene.

Bien. Había leído esto. En una ocasión, mientras me dedicaba a escribir, había pensado cómo una mujer podía satisfacer oralmente a un hombre sin que él llevase el control y dejándolas casi como muñecas inflables o un agujero al que follar más. Aseguraban que el sexo oral ejercido por la mujer también podía ser placentero para ellas y no solamente para los hombres. El quiz de la cuestión estaba en tener el control. Todo se trataba del control.

Rememoré lo mejor que pude y empecé a realizar las primeras acciones. Pasé mi lengua desde la base del miembro hasta el glande, pero no lo toqué en ningún momento. Repartí besos por la longitud de su erección antes de terminar realizando lo mismo que antes en un costado del tronco de su miembro. Repetí el proceso hasta pasar mi lengua por el otro lado de su miembro concentrándome en los ruidos que le hacía producir.

Finalmente, no demoré más su placer sabiendo que el glande era la zona más sensible y deslicé mi lengua desde la base una vez más hasta que mis labios envolvieron la cabeza chupando ligeramente como si fuese un chupa-chups.

Derek se arqueó de gusto y suspiró mi nombre. Sonreí sintiéndome poderosa, teniendo domado a semejante hombre tan solo por lo que hacía en su virilidad. Saqué su pene de mi boca y chupé nuevamente el tronco, lamiéndolo casi todo para ayudarme con la mano porque dudaba que fuese capaz de tener ese trozo de carne hasta mi garganta.

Le masturbé despacio, muy lentamente, arriba y abajo, viendo como su glande se perdía bajo la piel y volvía a escapar liberándose y dejándome regalarle algún que otro juego con mi lengua, intentando emular lo que él hacía en mi clítoris, recorriéndolo por completo y dando pequeños golpecitos con la punta. A ratos, jugaba con el agujero por donde escaparía el esperma y Derek perdía por completo el control agarrando mi cabello, pero sin obligarme a trabajar su erección entera.

— Basta... Kyra, por favor, para o me correré.

Le saqué de mi boca mirándole sin comprender y me tumbó en la cama antes de perderse en mi interior penetrándome con fuerza provocando un chillido que escapase de mi garganta. Aquello... aquello sería salvaje.

Simplemente Kyra (parte 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora