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Narra Sadie:
Hoy era un viernes por la mañana muy tranquilo. Tenía los pies algo congelados por el poco frío q hacia, y a decir verdad, detesto el frío. No estábamos en invierno pero algunos días hacían parecer que sí.
Anoche Sierra me había invitado a su casa así que ahora estaba desayunando panqueques con ella y Kylie, una amiga de Sierra. Sierra amaba cocinar, lo contrario a mi. Además de que le encantaba cocinar lo hacía bastante bien, esa era una de las razones por las cual me gustaba quedarme en su casa.
—¿Vas a ir a la casa de Jaeden?—habló la castaña rompiendo el silencio mientras me observaba colocando nutella al panqueque.
—¿Para qué?
—¿No recuerdas que nos invitó para una pijamada? los demás también van a ir, será noche de pelis—explicó emocionada.
Asentí —Sí, pero ¿Por qué me preguntas si voy a ir?—pregunté frunciendo el ceño.
—Porque tú eres la que me integra con ellos, sin ti es raro.
—Mhm —dudé por un momento.
—¿Por favor? será divertido ¿si?
entrecerré los ojos—Sí, claro. Dime quien te gusta de mis amigos.
—¿Qué? nadie, lo juro.—rio nerviosamente.
—Mientes.
—No. Digo la verdad.
—No. Estás mintiendo, cuando te ríes así es porque estas diciendo una mentira.
Sierra quedó en silencio unos segundos—Bien, en realidad...—dirigió su mirada a la morocha—. A Kylie le gusta alguien de tu grupo de amigos.
—¡Sierra!—gritó su amiga lanzando una servilleta arrugada.
Solté una risa—¿En serio Kylie? son todos unos tarados.—rodeé los ojos encendiendo mi celular, comenzando a ver historias de Instagram.
—Sé que son todos unos tarados, pero él es tan diferente...
—Mhm no, son todos bastante igual—reí ladeando mi cabeza—. ¿Quién es? Espero que sea Jaeden porque él es el más decente de ellos.
—En realidad Sadie... —comenzó a hablar Sierra—. No es tu amigo, es amigo de tu grupo de amigos.
Levanté la mirada apartándola de mi celular y miré a las chicas.
Espero que no sea el que estoy pensando.
En ese momento deseé con todas mis fuerzas que Wolfhard no sea ese chico que le gustaba a Kylie. La morocha era muy fácil de enamorar, y siempre terminaba lastimada por las ilusiones que le daban los demás.
—No.—hablé simplemente.
Kylie frunció el ceño—¿No que?—preguntó confundida.
—Ese es el más tarado de todos, por favor espero que no sea—
