I

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-¿De verdad que vamos a entrar... ahí? - Alba señaló la puerta del garito junto con un gesto de extrañeza, casi de asco

-¿Y qué hacemos tía? Si es que no hay otro sitio - recalcó Marta bajándose un poco más las gafas de sol - Además, he venido un par de veces y la verdad es que no está nada mal

-Si tú lo dices... - aceptó la rubia a regañadientes. Sabía que no podría hacer cambiar de opinión a su amiga ni con toda la energía del mundo

Tras cerrar el Citroën CX que estrenaba esa misma noche por cortesía de sus padres, Alba siguió a sus amigas hasta el otro lado del aparcamiento, volviendo la vista atrás para observar las luces de neón rojas que coronaban la puerta del local para, a continuación, fijarse en las innumerables flores que constituían el estampado de su vestido. Estaba claro que ni el vestido ni ella encajaban en aquel sitio, pero no le había quedado más opción. ¿Qué dirían sus compañeras de facultad si la vieran allí, rodeada de punkis, drogadictos y gente con tan mal gusto para vestir?

-¡Alba! - la llamó Marta por cuarta vez

-¡Ay! ¿Qué quieres? - bufó sorprendida

-Que si quieres calimocho tía - rio, ofreciéndole un vaso de plástico lleno de aquel mejunje

-Paso. No me gusta esa mierda - rechazó tajantemente

-Tranqui tronca -. Su amiga la miró con pena, pensando en encontrar la forma de conseguir que la rubia se animara un poco - Hay más cosas. Y si no, puedes pedir un cubata dentro. ¿Quieres ginebra? -. Asintió

-Estará eso hoy como para poder acercarse a la barra - rio Pablo, haciendo tintinear el sinfín de cadenas y candados que llevaba al cuello

-¿Por? - preguntó la rubia enarcando una ceja

-¡Tía! - el chico rodó los ojos como si fuese una obviedad - Que hoy tocan Jorge y los reciclados

-¡Hostia qué ganas! - apuntó Marta mientras apuraba su bebida

Alba dudó en si preguntar o dejarlo estar

-Y...¿quiénes son esos?

-Buah. ¿De verdad que no sabes quiénes son? - María, mejor conocida en el ambiente como "la Escarmiento" se llevó las manos a la cabeza - Molan un montón tía. Son buenísimos

-Pues no, lo siento. No suelo moverme por estos...ambientes - admitió con desdén, aceptando el vaso que le ofrecía Marta

-Pues ya verás. Vas a flipar - le aseguró Pablo - ¿Quieres? -. El chico había sacado de uno de los bolsillos del pantalón una bolsita con pequeñas pastillas de diferentes formas y colores

-No, gracias - respondió tajante - No consumo

Pese a estar un poco más relajada, no se sentía del todo cómoda. Aquellos no eran sus amigos sino los de Marta, y viendo cómo se desenvolvía como pez en el agua, nadie habría dicho que ambas iban juntas a la misma universidad. Alba era de las de familia adinerada y buena posición, conocedora de cuál era su lugar en el mundo y, sobre todo, en aquella ciudad. Marta, en cambio, se asemejaba a la corriente de un río enfurecido, siempre fluctuando de un lugar a otro y sin un rumbo fijo, al menos en lo que a relaciones sociales se refería. Era aplicada y sacaba buenas notas así que sus padres no se inmiscuían más de lo estrictamente necesario en qué hacía con su tiempo libre. Quizá esa rebeldía e independencia era lo que atraía tanto a Alba, cuyos caminos habían estado siempre delimitados previamente por lo que sus padres estimaban oportuno. Y aunque disfrutaba de los beneficios que ello le reportaba, internamente sabía que lo que más anhelaba era libertad.

-¿Cuánto falta para que empiece? - preguntó la morena al cabo de un rato

-Como una hora, pero vamos a tener que ponernos en la cola dentro de poco. Mira cómo está - respondió el chico señalando en dirección a la puerta

Un garito en Madrid Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora