5. Marta (Drama)

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Canción: Tonight I Wanna Cry - Keith Urban

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El final de su vida fue el comienzo de su plenitud, solo el día de su muerte conoció la paz.


¿Cuál es mi nombre? ¿Qué edad tengo? ¿Qué me gusta? ¿Dónde vivo? Como una mujer es lo mínimo que espero que me pregunte un hombre, pero con lo que hago no puedo esperar eso.

Desnudo mi silueta todas las noches y a veces también durante el día a hombres que quizás no volveré a ver, de todas las edades, culturas, nacionalidades... algunos, incluso no hablan mi idioma. Todos ellos quieren una sola cosa y no puedo negárselas: a mí.

Yo soy esa a quienes las esposas, novias y amigas odian, aquella a la que los hombres pagan por satisfacer sus deseos; con la que pueden cumplir sus fantasías, esas que sus parejas no aprobarían.

¿Por qué hago esto? La repuesta es fácil, el dinero. O eso creo, al menos, en un principio lo fue.

Tengo veintitrés años y trabajo en las calles desde los diecisiete. Si te pteguntas por qué no estudié, pues sí lo hice. Terminé el bachillerato, pero no pude estudiar en la universidad. Un accidente automovilístico dejó a mi madre cuadripléjica, un maldito borracho se había pasado un semáforo y la dejó postrada en una cama.

¿Mi padre? No lo conozco, y no espero hacerlo, era el patrón de mi mamá, ella era su empleada doméstica y como es obvio también fue su amante. El muy imbécil era casado y decidió engañarla con promesas de dejar a su esposa, promesas que acabaron cuando esta le contó del embarazo.

¿Qué hizo? Pues la echó con un cheque de muchos ceros para que me abortara. Sin embargo, contra todo pronóstico, aquí estoy. Con mucho esfuerzo, mi mamá me pagó estudios en la escuela y gracias a mis calificaciones gané una beca universitaria.

El día de mí grado, el que debió ser el más feliz de mi vida, mi mamá entró al hospital con múltiples lesiones, un auto la había arrollado. Después de tres meses en coma y con muchas deudas en la clínica, tuve que buscar un empleo para que no la desconectaran, toqué muchas puertas, pero nadie quería emplear a una menor de edad. No en empleos decentes. La beca no pude aceptarla, la aplacé con la esperanza de utilizarla más tarde.

Dos semanas después, la desesperación me llevó a vender mi cuerpo, un vecino me propuso pagar las deudas del hospital si le daba mi virginidad. No quería hacerlo, pero no tenía opción, me llevó a su casa y me tomó en un almacén, aparentemente una despensa. Mi primera vez fue horrible, lloré todo el tiempo y lo único que hice fue mirar al techo. Conté cada una de sus líneas; setenta y tres en total. Aún las recuerdo, pues simbolizan las marcas que llevo en el alma. Cuando terminó, se marchó y me entregó la factura médica. Lloré abrazándola. Había conseguido una esperanza para mamá, lo había hecho y eso era lo importante.

Hay un dicho que dice que después de la primera vez que haces algo, la siguiente será más fácil. Eso es falso y lo he comprobado, no disfruto siendo utilizada por los hombres, siendo un títere de sus depravaciones. Me hacen y tengo que hacer cosas que no podría, ni debería describir. Seguí haciéndolo porque necesitaba comer, continuar pagando los costosos tratamientos médicos, la renta y demás necesidades básicas.

Conseguí trabajo en un bar de mala muerte en el centro de la ciudad. La segunda vez fue menos traumática, el chico con el que estuve tenía dieciocho años y era virgen, estaba más nervioso que yo y me pidió disculpas cada que me hizo daño, al menos con el no sentí tanto asco y por eso creo que lo amé, él fue mi primer amor. Estaba tan mal que eso fue lo más cercano al amor que conocí, fue el único que me preguntó mi nombre completo, mi edad y me habló de él y de su familia. Me desahogué con él y puedo decir que es el único al que alguna vez le conté de mi madre y de sus problemas. Me había dicho que era su último día en la ciudad, ya que se iría a estudiar medicina. En mi inocencia, creí que él me amaba, sus besos producían una inexplicable corriente en mi pecho, pero no pude tener más de aquello, porque tan rápido como la esperanza me embargó, el tiempo se me agotó y nuestro efímero encuentro se fue al olvido. La mañana siguiente me había encontrado una gran cantidad de dinero en la mesa de noche, más de lo normal, pues le había preguntado a mis compañeras cuánto era el promedio que debía recibir, y una nota.

Un dramático giro de acontecimientos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora