Un dramático giro de acontecimientos [COMPLETA]

2. Una danza clandestina (Drama-Romance)

Canción: My inmortal - Evanescence

«Tristán e Isolda, un amor imposible». Los letreros del teatro anunciaban el que sería su posible último baile. La fría y sentida melodía de fondo daba idea a los presentes de que lo que estaban a punto de ver no era una simple historia de amor. Era más que eso. Era la triste historia de dos amantes cuyos destinos no buscaban un mismo cauce.

Los silenciosos pasos del equipo "le secret", cuyos rostros estaban cubiertos por tinta negra, eran lo único que se veía tras las cortinas. Las luces habían sido menguadas para darle más magnificencia a la velada, por tanto no solo había magia en el ambiente, sino también aquel misterio característico de la agrupación de ballet anónima.

El secreto había sido fundado para ser la puerta de entrada al fantástico mundo del teatro y la danza a todos aquellos cuyas potencialidades merecieran la pena, pero que además desearan permanecer a la sombra y no ser reconocidos más que por nombres característicos de las artes.

Isolda, la blonda, peinaba su rubio cabello luego de haber pintado su rostro. Blanco fue el color elegido para ser una nueva chica; quizás aquel baile ameritaba un cambio. Los peinadores y maquillistas ya se habían retirado para dejarla respirar.

«Es hora», pensó, poniéndose de pie. Con un último suspiro, colocó la máscara en su rostro. Ya no había vuelta atrás y así fuera el último, ella lo haría. Ellos no merecían terminar de aquella forma. No sin haber tenido una opción.

Sus piernas estaban cubiertas por unas medias blancas y un maillot y llevaba un tutú del mismo color. Solo una cinta y un bordado rojo corrían su cintura, esa que le recordaría siempre el significado de lo que hacía. Llevó sus manos a su pecho para darse valor al escuchar el cambio en la música, lo que significaba que ya debía salir.

~ ~ ~

—Seguirá siendo secreto hasta el día que dejes caer la máscara. Ese día entenderé que nuestro amor no debe continuar —dijo él sosteniendo su mano en una promesa implícita, y sus labios sellaron un pacto que no sería roto.

«Como el fuego», pensó. Solo las llamas podrían compararse con el ardor que sentía en su piel y las brasas que consumían su corazón. Nadie dijo que fuera fácil, pero nunca imaginaron que sería tan cruel. Sus besos producían una corriente inexplicable; todo lo que sus palabras querían contar y los gritos de frustración, eran explicados en aquel contacto, uno tan hermoso como prohibido. Con la respiración agitada, él detuvo su apasionado castigo y posó su frente con la de ella, pidiéndole al destino le dejara continuar probando aquel delicioso elixir que ella le proporcionaba con solo mirarla.

—¿Y si simplemente no debe ser? —cuestionó ella con lágrimas en los ojos, mientras se dejaba llevar por el cumulo de sensaciones que acaba de sentir.