Capitulo 02.

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Alessia.

Mi ritmo cardiaco simplemente me indica que no debo perder los estribos, que no debo gritar, que no debo coger un cuchillo y cortar su garganta. Porque de eso no se trata la vida normal.

Muerdo el interior de mi mejilla mientras lo observo recostarse sobre el umbral de la puerta de brazos cruzados, jugando con su lengua dentro de su cavidad.

Mis hombros ya no soportaban el peso del bolso, mis piernas casi temblaban del dolor y los dedos podrían estar haciéndome unas ampollas de principio a fin. Cuando llegue a Roma no contaba con esto, no contaba con un cretino que se metería bajo mis planes de volver a comenzar. Él es todo lo que yo quiero fuera de mi vida para vivir en paz, no quería que alguien fuese la sombra de Bruno Vial.

—No pienso compartir el maldito piso contigo. —Exclame con recelo.

El asintió saboreando mis palabras antes de darme una sonrisa hipócrita que e incluso llego hasta sus ojos.

—Como quieras. —Finalmente termino diciendo y me cerró la puerta en la cara.

Muerdo fuertemente mi labio inferior y empuñe las manos a mí alrededor. Podía sentir como las lágrimas quemaban mis entrañas por salir, podía sentir la irritación cavando huecos en mi piel por manifestarse. Y cuando creí que no podría derrumbarme más las lágrimas finalmente salieron una tras otra humedeciendo mi rostro e hinchando mi nariz.

No lloro por todo lo que está pasándome, lloro porque pensé que podría comenzar lejos de Bruno, lloro porque él me lo advirtió un día antes de escapar.

—La vida allí afuera es el mismo infierno que vives aquí azul.

Después de todo, él siempre tuvo razón.

La vida fuera de la mansión female kitties era un averno

Arrastro mis pies con pesadez dispuesta a renunciar a todo, dispuesta a volver a Suiza, de donde nunca debí salir, donde ser quien soy es lo que está destinado para ser el resto de una vida.

Una complaciente de bestias, una complaciente de borrachos, una complaciente de ministros insatisfechos en su cama matrimonial.

Escucho el sonido de la puerta abrirse y giro por encima de mi hombro antes de bajar las escaleras. La rubia esbelta que entro hace unos minutos a la habitación sale envuelta en una amargura y decepción. Su mirada escupe veneno y roza mi hombro obstinada antes de bajar las escaleras.

Puedo ver la espalda de mi compañero de cuarto cuando vuelve a la habitación pero no cierra la puerta detrás de él, la deja medio abierta y me da una mirada rápida inexpresiva con aquellos iris inconfundibles antes de entrar.

Seco las lágrimas que he derramado y camino en dirección a la puerta, empujo de esta y me adentro echándole un vistazo. El lugar es suficientemente grande para dos personas, las paredes son blancas y no están adornadas con absolutamente nada, un televisor plasma un cómodo sillón, una pequeña lámpara y una mesita debajo de esta es lo único que engalana al salón.

¿C-cuál es mi habitación? Pregunto al darme cuenta que está recogiendo un par de botellas de cerveza vacías del piso.

Ni siquiera se inmuta a mirarme y me hace señas con la barbilla hacia una puerta.

Cojo mi bolso del piso y suelto un pequeño suspiro porque por fin voy a dormir en una cama decente. Aunque Roma no haya sido lo que esperaba tendría que adaptarme a esto, tendría que adaptarme a la presencia de un chico que inspira problemas, y es lo que yo no estoy buscando aquí.

Empujo la puerta y mi garganta se seca al encontrarme con una habitación absolutamente vacía. Sin closet, sin mesa de noche, sin cama. Absolutamente nada.

— ¿Qué significa esto? Trato de contener el torrente ardiente que quema mi espalda.

—Tu habitación. —Escupe con ironía.

—Por supuesto que es mi habitación. ¿Dónde demonios se supone que voy a dormir?

Finalmente había perdido la paciencia que estuve reteniendo durante todo este tiempo.

Las malditas lagrimas que aproximaban a salir pero me negaba a ser una criticada cobarde delante la burla de sus ojos, delante aquella expresión de pobre chica nueva con hipocresía encogiendo una sonrisa.

—En el suelo. —Confeso antes de desaparecer por la puerta que supuse que era su habitación.

...

El agua cae sobre mis hombros bien recibida, nunca había deseado tanto en mi vida estar bajo la cascada que salía del grifo. La piel pegajosa se había ido y el cabello grasoso había tomado su forma natural.

De pronto la bruma de todos mis recuerdos me atormentan como si se tratara de imágenes que se reproducen en mi mente. Y ahí viene aquella maldita de agua caliente que sale por mis ojos.

No llores Alessia, no llores maldita sea.

Pero aunque siempre trato de repetírmelo no puedo evitar aquellas húmedas lágrimas que se confunden con el agua fría que resbala por mi cara. El nudo que se instala en mi estómago me hace querer vomitar porque quiero tener una maldita esperanza de que algo extraordinario vaya a pasar, de que valió la pena huir incontables veces de Bruno Vial.

...Pero en cambio mi cuerpo se surca y aprieto las palmas frías de mis manos en mis ojos y comienzo a llorar desesperadamente, porque hoy, como todos los días me he derrumbado.

Después de unos un par de minutos de desolación y pesimismo aprieto fuertemente los ojos y suelto pequeños suspiros que me ayudan a mantenerme en control. Envuelvo una toalla blanca que he hurtado del último hotel donde estuve y salgo de la ducha, junto a pequeñas gotas de agua que resbalan de mi cabello y mojan el piso.

Salgo del baño y la humillación se filtra en mi sistema al verle de pie junto a la puerta del baño, recostado sobre la pared y se sobresalta como si hubiese escuchado cada uno de mis sollozos al verme salir.

— ¿Estabas espiándome? —Pregunto con naturalidad fingida.

Él se reincorpora de la pared y frunce el ceño, como si no tuviese idea de lo que le estoy hablando, como si se sintiera ofendido de lo que acaba de salir de mi boca.

—No tienes nada que no haya visto antes niña. —Escupe con arrogancia y roza mi hombro antes de caminar hacia el baño.

—No me digas niña. —Escupo irritada antes de que pudiese cerrar la puerta.

—De acuerdo, niña. —Una sonrisa maliciosa se instala en la comisura de sus labios y cierra la puerta con soberbia.

— ¡Que te jodan!

Giro sobre mis talones y me encierro en mi habitación, la irritación cubre todo mi cuerpo y no me había dado cuenta de que mi respiración se había vuelto agitada.  

Él es desdeñoso, soberbio, impertinente. Él es todo aquello que yo quiero mantener lejos, es todo lo que no estoy buscando, es todo lo que quiero mantener lejos. Es todo lo que si doy un paso adelante, va a destruirme.

Me coloco de cuclillas y saco algo cómodo para dormir, ni siquiera he pensado como voy a pasar la noche a parte de lo que se me ofrece, un suelo duro de cerámica.

Ato mi cabello en una trenza y me recuesto sobre el ventanal. Desde aquí podía ver la arboleada que se abatía entre sí, en la lejanía del lugar podía ver como los alumnos de la universidad paseaban por el campus, unos solo hablaban, otros se embriagan en alcohol y otros simplemente se veían como yo. Solos y perdidos en Roma.

El cielo luce como siempre luce Roma, tranquilo y despejado. Las estrellas brillan con gran deleite y placer. Apoye la cabeza contra la ventana y solté el aliento, y cada bocanada de aire resultaba más dolorosa que la anterior.

De pronto entra la bruma de mi silencio se infiltraron unos ojos grandes y grises, unos ojos que pertenecían a él... Y por alguna extrañan razón un escalofrío insistente recorrió mi espina dorsal.


Salvar tú inocencia  [ANTERIORMENTE: SÁLVAME]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora