Vecinos

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Nunca nos habían invitado a pasar, ni siquiera para el velorio. La verdad no nos pareció extraño, ni queríamos ni sentíamos la necesidad de visitarlos, eso nunca fue un problema. No eran malos vecinos, de hecho, eran mucho mas amables que los insulsos saludos de la señora de enfrente. Era una casa antigua, lastimada por años de fuertes vientos y lluvias que acostumbran por estos lados. Ellos siempre estuvieron, su presencia en el vecindario sobresale como una combinación de rareza y buenas intenciones. Mis padres dicen que hace décadas están acá, mucho antes que nos mudáramos, en realidad ellos fueron los primeros en recibirnos y ofrecernos las típicas obligaciones que maneja un buen vecino. Pero, eso no importa mucho ahora, son solo detalles que no cambian la perspectiva que ahora tengo sobre ellos. Era un matrimonio anciano, el señor tachero retirado y la señora ... la verdad no supe que trabajaba hasta que irrumpí en su intimidad, pero relato para mas adelante. Daban buena espina, gente trabajadora, de bien, a demás de jubilados, ¿Qué puede salir mal ?, así que eran buenos compinches de mis padres. Algunas tardes la señora tomaba mates con mi madre, a veces el señor quemaba las hojas de la vereda con mi padre intercambiando opiniones acerca de un partido en algún feriado de otoño. Todo marcho así, seguro y normal durante algunos años hasta que el señor pereció en esa enfermedad maldita donde tu cuerpo se marchita lentamente sin que puedas hacer nada. Desde ese momento ya no salían mucho, mas que para hacer compras o esas salidas rutinarias a la clínica. Yo era muy pequeño, me gustaba jugar en el jardín que lindaba con la casa de ellos, nunca me sentí inseguro ni sentí ninguna sensación escabrosa por pelotear solo en mi patio, esa inocencia que posee uno cuando desconoce las verdades incomodas que se esconden a pocos metros. Tenia un patio muy grande. Pasaron varios meses, ocho o nueve nunca los conté, pero el señor seguía con vida hasta donde yo entendía. Me llamo la atención, no era un vecindario transitado, (tan poco lo era) que la calle de tierra dejaba crecer el pasto entre su anchura, una camioneta estaciono en la casa de al lado y no era una ambulancia como era usual. Del utilitario descendieron otros dos ancianos. No fue hasta el día siguiente que por medio de mis padres me entere que eran parientes de los vecinos, aun mas ancianos que ellos y que vivirían ahora en la morada. Pasaron varias semanas. 

Mitad de la noche, el refucilo de la tormenta fue interrumpido por dos golpes en la puerta, secos y concisos, que podrían despertar hasta la persona con el sueño mas pesado. Era la señora, los ancianos necesitaban bañarse y no tenían agua, un problema en el tanque no dejaba llenar el calefón para la inmersión. Son gente grande, a veces no se dan cuenta de la hora, era la excusa para no terminar con años de amistad por tremendo atrevimiento de irrumpir a esas horas, y con esa tormenta ... ¿Era necesario bañarse de madrugada ?, ¿Qué les costaba esperar a la mañana ?, en fin tratamos de no cuestionar sus métodos por el respeto que creímos justo. Mi padre llego de arreglarles el tanque, entro a nuestra casa y no dijo nada. Puso la pava para el mate y se lavo las manos como con asco, como cuando tus extremidades encuentran una materia viscosa y babosa, algo así reflejaban sus gestos. Después de un rato nos contó el por que no funcionaba el tanque del vecino. El relato no cuadraba, ninguna teoría coherente podía explicar lo que había en ese tanque, pues este se encuentra totalmente sellado para impedir el paso de basura o insectos, como todos los tanques. Pero este poseía algo espectacular, una generación espontanea, o una panspermia intencionada que depositaron el supuesto. Era una paloma, si una paloma, muerta y descompuesta por el sarro del agua de pozo que se usaba en esa época. Mi padre no les dijo una palabra, simplemente obvio cada detalle oloriento y nauseabundo que enfrento en el techo, <<Tenias una paloma muerta en el tanque>> creo que es algo que nadie quiere enterarse y me recuerda a aquel mítico incidente del Hotel Cecil -No importa-. Un fallo en un caño, nada mas, que mas podía ser. Y así pasaron unos cuantos días más antes de la consumación. 

Cajón, sabana mortuoria, camioneta negra. Nunca había visto un velorio. Podría haber sido cualquiera pero eligieron al señor, el cual tenia todas las de ganar en ese féretro caoba de madera lustrada y pulida, nunca había visto un cajón tan brillante, nunca había visto un cajón. Y así fue como el vecindario despidió a su vecino mas antiguo y veterano, tocaba esperar nomas ahora que la puerta se la toquen a los restantes. No se los veía en buen estado, pero a veces te sorprende lo larga que puede hacerse la vida, sin sentido para algunos y con fortuna para otros. No pasaron mas de dos meses, primero uno, después el otro, a la otra semana otro mas. Ya no quedaba nadie en esa antigua vivienda polvorienta que ahora era el mismísimo retrato del abandono y la podredumbre. Ahora me daba escalofríos jugar en el jardín, no era por nada en especial, pero sentía que alguien me observaba, ojos que me desnudaban en cada paso que daba con la pelota. No duraba ni quince minutos y me iba adentro a jugar con el sega regalo de aquella lejana navidad. El vecindario estuvo así por unos días, lúgubre, como si la gente sintiera que la muerte ya no se iría de esta calle, ya era parte de nosotros y era una vecina mas que se paseaba por cada esquina esperando que el próximo pise el palito y ... cajón. Pero ya no había arrugas por acá, eran mayoría de construcciones nuevas, como la mía, gente de sangre joven y contenta. Pudimos superarlo así, el vecindario volvió a sentirse tranquilo sacándose el sabor a muerte de la garganta y el pecho. Pero como se hacia ya costumbre y de verdad que nos acostumbramos, la tranquilidad se volvía un sueño lejano ya, se había perdido en una nebulosa de sucesos y ya parecía imposible recuperarla. La casa había sido robada, no la mía, la de al lado. Luego de los decesos, nadie vino a reclamarla. Un hijo lejano coloco un tímido candado de bronce prometiendo volver algún día, pero nada mas. Sentíamos que era nuestra obligación, la casa de al lado hoy, la nuestra mañana, había que poner orden. Fue por eso que debimos entrar por primera vez para asegurarnos que no haya alguien dentro. Después de la entrada abrupta comprendí por que nunca nos invitaron. Como explicarlo ... como explicar esa pesadez insoportable en la atmósfera, ese olor a viejo que entraba por tu tráquea y se revolcaba con tus alvéolos en un incesto asqueroso. Ahora comprendí por que aquella noche necesitaban bañarse por esas horas de madrugada, esos rituales con sangre se hacen desnudos y en luna llena, nadie quisiera acostarse bañado en sangre de cabra. La sala constaba  de una mesita de café, en ella había una figura de la virgen y una del señor oscuro. En el centro de la mesa había un plato de porcelana negra con una cadenita de corazones partida al medio y cenizas de habano manchadas con labial del mas cálido rosa. La biblioteca contaba con la mas amplia literatura ocultista, magia de todos los colores, negra, blanca hasta verde. Pasando la sala había tres puertas, una de ellas me llamo la atención mas que nada por que poseía un cartel que decía "Sala de sesiones" por supuesto que no debería entrar pero una necesidad súbita se presento para abrir ese picaporte, solo había un cuarto vacío. La verificación estaba completa, solo quedaba revisar el patio trasero en busca de algún intruso. Fue tan extraño verlo, a pocos metros de mi jardín donde yo jugaba a la pelota. Me sentí inseguro, tonto ¿Cómo pude estar tan cerca y no olerlo, no saborearlo no nada? Indigesto, a penas mi padre permitió que lo viera y se abalanzo sobre mi para cubrirme los ojos, pero ya era Tarde. Esa escena tétrica se había apoderado de mi como un calambre se apodera de tus piernas. Era un altar de la mas exquisita arquitectura satánica. Tridentes, cabezas de cabras, copas con figura de demonios sacadas de films de ultratumba. Estaba ahí, lo mas tranquilo, y siempre estuvo ahí nomas al lado de mi casa. Mi canchita imaginaria nunca fue la misma. En realidad no cambio nada, pero esa sensación de observo en las espaldas se quedo conmigo para jamás irse.

Oscuro RelatoWhere stories live. Discover now