"El hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar el tiempo, lugar o circunstancias. El hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper", una leyenda oriental intenta dar a entender el mist...
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"Nuevas Víctimas Por El Bien De La Ciencia"
El rey Julien estaba sentado sobre su trono notando la tranquilidad y el silencio en el que se encontraba el zoológico, la mayoría de los animales que viven ahí estaban durmiendo y sólo se escuchaba el ruido de los pájaros. El rey les había ordenado a sus súbditos que bailaran con él casi toda la noche mientras tenían la radio a máximo volumen, sin tomar en cuenta que en ese momento los demás intentaban dormir. Uno de los que estuvieron más molestos debido al escándalo fue Skipper, quien antes de quedarse dormido estuvo varios minutos considerando la idea de ir al hábitat de los lémures con un bate de béisbol para destruir el artefacto.
Julien miró el hábitat de los pingüinos, faltaban pocos minutos para que abran el zoológico y le pareció raro no haberlos visto salir del cuartel. Solo habían pasado horas pero extrañaba pasar tiempo con los pingüinos, sobre todo con el líder de ellos, estaba por inventar alguna excusa para ir a ver a sus vecinos, pensó en pedirles prestado su televisor o decirles que necesitaba llevar algo de su pequeña nevera, cuando iba a hablar con sus súbditos volvió a sentir sed y recordó que le había encargado a Maurice que prepare una bebida.
—¡Maurice, ¿A qué hora estará listo mi smoothie?! —exclamó.
—Espere un momento su majestad, ya casi está listo. —respondió el aye aye mientras licuaba la fruta.
—¿Por qué demora tant-... —no terminó de hablar porque un fuerte ruido llamó su atención, miró hacia el frente y notó que salía humo desde la guarida de los pingüinos.
Julien se levantó de su trono y dio unos pasos hacia adelante tratando de ver qué ocurría en el hábitat de las aves. Pocos segundos después los pingüinos salieron rápidamente mientras eran perseguidos por unos robots con forma de abejas que flotaban y disparaban rayos hacia las aves.
—¡Corran! —exclamó Skipper deslizándose hacia donde se encontraban los lémures.
—¡Ahh! —gritaron Mort y Maurice al mismo tiempo y se escondieron detrás del trampolín inflable.
—Hola, monjas. —saludó Julien animadamente sacudiendo su pata sin percatarse que uno de los inventos fallidos de Kowalski se dirigía hacia él.
—¡Cola anillada, agáchate!
—¿Qué es lo que... —notó al objeto que estaba acercándose a un metro de él—. ¡Espera! ¡En la cara no! —se cubrió el rostro con los brazos. Skipper se lanzó sobre el lémur logrando que ambos cayeran para que el robot pase arriba de ellos.
—Necesito que me presten su caja mágica. —dijo con una sonrisa nerviosa mirando al pingüino que se encontraba sobre él.
—Ahora no —respondió y miró al robot—. ¡Abajo! —agarró al lémur de los hombros y empezaron a rodar hacia la izquierda esquivando los rayos.
