— Yo…— el silfo calló un instante sin saber realmente que decir — no sé qué decir.

— No digas nada, solo ven — Nathy seguía las instrucciones de sus amigas, simplemente estaba dejándose llevar por el momento.

El silfo voló dudoso hasta el centro del jardín, allí la luna lo iluminaba todo con su agradable luz ante la cual Nathy se veía aún más hermosa.

Por un instante, ambos quedaron en silencio, flotando frente a frente, en una absoluta armonía con aquella noche. Sin decir palabra, se dijeron todo, ambos se sentían atraídos, ambos se querían demasiado.

— Ven — repentinamente Nathy tomó la mano del silfo, emprendiendo un rápido vuelo.

— ¿Dónde? — Yin preguntó preocupado.

— Solo ven.

Tomados de la mano, hada y silfo, recorrieron gran parte de aquella ciudad, impregnando una minúscula porción de cielo con los brillantes colores que los cubrían: el dorado y el rosa se fundían mezclándose en un maravilloso, brillante y único destello.

Repentinamente Nathy, tomando con mayor fuerza la mano del silfo, se elevó aún más en el cielo. Yin, quien hacía mucho no volaba de esa forma, se sintió un poco nervioso.

— Ten cuidado Nathy — fue lo único que alcanzó a decir.

— ¡No seas abuelo! — Nathy respondió soltándole la mano y emprendiendo un perfecto bucle en el aire — ¿o el hadito tiene miedo de volar? — Nathy rió por lo bajo, hacía tiempo que no molestaba a Yin de ese modo.

— ¡Que no soy un hadito! — Sin pensarlo dos veces Yin se lanzó en persecución de Nathy.

Sin tomar en cuenta las corrientes de aire, o algún ocasional pájaro nocturno que volaba apaciblemente, Nathy y Yin dieron rienda suelta a su imaginación y aunque en realidad se trataba de una persecución, en la cual Yin intentaba igualar las piruetas de Nathy, ambos realizaban una especie de mágica danza en aquella preciosa noche en el reino de los dragones.

Aunque Yin estaba oxidado para volar de ese modo, en su aprendizaje como alquimista, había adquirido algunas eficaces herramientas, así que, cuando se canso de perseguir al hada, decidió esperar pacientemente en la rama de una árbol a que Nathy pase junto a él.

— Wiiiiiiiiiiiii — Nathy había volado cerca a Yin, burlándose como solo ella lo hacía, pero también cayendo en la trampa de este: Yin aprovechó para lanzarle una poción al hada, la cual la hizo volar más lento, dándole a Yin la posibilidad de alcanzarla.

— ¡Atrapada! — le habló tranquilamente mientras flotaba, casi deteniéndose sobre el aire, frente a Nathy.

— Tramposo — Nathy reclamó al silfo, colocándose frente a él y flotando sobre el aire al igual que Yin.

— Si no hubiera "trampa", no podría hacer algo que quiero hacer desde hace mucho — Yin respondió algo nervioso mientras sentía como su corazón palpitaba fuertemente, sin saber que el de Nathy latía igual o quizá aún más fuerte.

— ¿Hacer qué? — Respondió nerviosa.

— Esto — tomándola por la cintura, los labios de Yin se encontraron con los de Nathy.

Repentinamente la magia que habitaba en ambos, se encontró en su propio plano espiritual: sus almas se encontraron así como los colores de sus destellos de sus auras se habían fundieron en uno solo. La ternura de Nathy hacía que la seguridad de Yin tambaleara y la seguridad de Yin hacía que la ternura de Nathy explotara gozosa dentro de su corazón. Por un instante no fueron Yin y Nathy, no fueron un rey y una reina, no fueron príncipe y princesa… por un instante solo fueron dos almas amantes que se encontraron, y que se alegraron por haberse encontrado.

Nathalie y los Portadores de los ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora