Muerte.

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La flor solar, poseía un tamaño mediano, pero era su color lo que cautivaba. Llenaba de vida cualquier habitación del recinto, modelaba para los visitantes y dueños, era como una atracción turística para aquellos que llegaban. Los pétalos eran fuertes y llenos de vida, resaltaban los opacos tonos de las paredes y avivaban el corazón de quién posara su vista en ella. Tenía un tallo verde. Era la favorita de ella. Habían pasado tres días para aquel entonces, días, los cuales, mi estómago había sido condenado a permanecer vacío intentado llenarlo con nada más que el amargo sabor del ron y el dulce del vino. El refrigerador, para mi nada grata sorpresa, se hallaba vacío. Con no más que chocolates Jet. Yo solía jactarme de Red Bull y ella de los cuadritos marrones escondidos detrás de aquel empaque azul. Decía que ambos pondríamos pies en polvorosa con lo que ingeríamos; pero es notorio quién voló primero. Sin comida, sin voluntad para marcharme; definitivamente la soledad acabaría por matarme.

Harto de extrañar. Añorar. Pensar. En un ataque de molestia e indecisión atropellé el refrigerador hasta que los tablones de madera que conformaban el suelo temblaron y se desgarraron para abrirle paso al peso que sobre ellos se ejercía. Chillé a viva voz el odio que sentía.

No hay nada. Nadie. Nadie puede oírme. Vuelve. Huye. Corre. No te vayas. Déjame remediarlo. Puedo remediarlo. Voy a remediarlo. No moriré, me matarás. – Susurré, grité, me disocié por momentos de mí ser y sentí que mi alma había desaparecido por completo, dejando un espacio vacío inentendible. –

Fragmenté las obras que colgaban de las paredes. Un ataque de desolación. Rabia. Temor. Ya no sabía ni lo que sentía, pero se apoderó de mi cuerpo y mente. Levanté la silla y la estampé contra la mesa, tomé uno de sus soportes y me dirigí directamente a la habitación para machacar y quitarle la vida que alguna vez tuvo a la flor. No volvería a ver el sol ni yo tampoco.

Nadie lo sabrá. ¡No! ¡Todos lo saben! ¡Ella lo sabe! Nunca me va a perdonar. No volverá. No sentiré. Solo. Solo. Solo. – Ésta última frase la repetí incontables veces, perdiendo la cuenta luego de la primera. –

Una de las estanterías cayó sobre mí en uno de los ataques y me desmayé. Hoy, todo está destruido. No me di la tarea de reacomodar. Ni de pensar. Ni de parar. Solamente estoy. Tomé un lápiz y con puño y letra estoy escribiendo esto para recordarme el pasado y no repetir el futuro, me salieron cayos por todas las notas fallidas que hice hasta escribir algo que recordara a flor de piel lo que causé. Si la soledad no me mata, me mataré yo mismo.

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⏰ Última actualización: Aug 08, 2020 ⏰

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