Capítulo 6

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Después de un encuentro carnal con un completo desconocido, Kageyama se volvió aún más retraído y solitario; aunque apenas había pasado un mes, el cambio en el comportamiento del pelinegro se hizo bastante obvio, y no solo eso, también su salud física y mental degeneró. Esto provocó la preocupación de todos en el convento.

En el transcurso de ese mes, a Kageyama le era fácil irritarse con cualquier comentario, e incluso llegaba a ser agresivo con sus compañeros y personal del convento. Si en ocasiones anteriores le era difícil socializar en un entorno de mucha gente, ahora el simple hecho de darle un "buenos días" a sus colegas le costaba muchísimo más. 

Kageyama también pasó de tener posiblemente el mejor físico del pueblo, a perder demasiado peso; pues su porte atlético y atractivo se fue deformando para verse como alguien enfermo que con suerte podía sostenerse a sí mismo. Además, los mordiscos de "amor" dejados por Oikawa no desaparecían por más que el azabache se lavará.

La conciencia de Kageyama no se perdonaría jamás su pecado, y el castigo que su propia mente se daba eran los constantes sueños...que mejor dicho, eran como pesadillas para el pobre pelinegro, pues casi siempre se soñaba completamente desnudo, encadenado de manos y pies a una cama con una iluminación de velas en todo el cuarto, sin duda era un escenario erótico. Todo se tornaba feo cuando Oikawa entraba al cuarto y empezaba a toquetear al azabache por todos lados. Por supuesto que pelinegro no permitiría que nadie le pusiera las manos encima, pero recordemos que en aquellos sueños estaba atado, no podía hacer nada. Lo peor venía cuando el castaño dejaba al descubierto sus cuernos de demonio y empezaba con las dolorosas penetraciones que hacían que Kageyama temblara del dolor. Estos sueños solo alimentaban el pensamiento de Kageyama de que aquellos millonarios no eran quienes todos creían.

Kageyama estaba sufriendo y su única alternativa era demostrarlo siendo agresivo con los demás. El azabache se rogaba a sí mismo por ayuda, la de quien fuera; sin embargo, no era capaz de ir con sus colegas a pedir que lo escucharan, le daba vergüenza el simple hecho de acercarse con alguien, pues...¿quién le creería que fue abusado sexualmente?, se sentía como un cobarde.

Estos comportamientos preocuparon mucho a todos en el convento, y lógicamente el chisme de que algo no estaba bien con el padre Kageyama se regó por todo el pueblo. Con todo lo anterior dicho, el obispo consideró la idea de hacerle pruebas médicas y psicológicas al pelinegro, este último fue diagnosticado con depresión en un punto medio alto, es decir, debía tratarse con constante medicación.

Un día particularmente nublado, Kageyama se encontraba vagando completamente solo por los pasillos del convento, parecía estar perdido entre sus pensamientos. Tsukishima no soportaba ver a su colega de esa manera, sabía perfectamente el estado de depresión del azabache, quería ayudarlo con lo que fuera, pero Kageyama siempre se resigno a hablar acerca de lo que le pasaba.

El rubio salió para ver que hacía Kageyama, este último se dejó su caminata al sentir la presencia de su colega de cabellos dorados detrás suyo. El azabache volteó detrás de sí para encontrarse con los ojos de su "amigo"; la sorpresa que se llevo Tsukishima fue el ver que aquellos ojos azules que antes reflejaban fortaleza y virtud, ahora mostraban una gran tristeza.

-Padre Tobio, ¿necesita algo? - habló el rubio un tanto nervioso por ver que reacción tenía el pelinegro

-No, solo...quería caminar un rato, eso es todo - hablo Kageyama de mala gana, parecía cansado

Aunque Tsukishima sentía que debía ayudar a Kageyama de algún modo, este siempre se negó, incluso después de haberle prometido guardar sus penas a manera de secreto de amigos. El rubio con más coraje que lastima ya se había desesperado de la poca ayuda que el azabache se daba así mismo, así que...ya debía ser hora de que hablara si o si.

Que Dios me perdoneWhere stories live. Discover now