Dios de la muerte.

Te extraño.

- Karma, ¿Tú otra vez?

- Lo siento, sabes que me encanta verte.

- Lo sé, pero puede que no tengas tanta suerte para la próxima vez.

- Tengo a la muerte de mi lado, ¿Qué me podría pasar?

- Karma, lo sabes, no podría hacerlo aunque quisiera...

- Lo sé. ¿Te digo algo?

- Dime.

- Te amo.

Karma estiró su mano para acunar el rostro de Nagisa, sin embargo se desvaneció antes de que pudiera rozarlo si quiera, agachó su mirada y sonrió amargamente.

Las heridas que sangraban e inclusive sus piernas rotas no se comparaban con el dolor de vivir sin su amado.

Esperaba no haberse vuelto loco después de tanto daño ya que, aquellos reencuentros, a pesar de no saber si sólo era su imaginación o era la realidad, le hacían sentir que Nagisa nunca lo había abandonado.

Porque, aunque no había logrado tocarlo en todos sus reencuentros anteriores, verlo le era suficiente para reafirmar que amará a Nagisa hasta que su consciencia le sea arrebatada.

.

El tiempo es insignificante para un ángel o para un demonio. Ellos viven hasta que alguien los asesina, pero...

¿Qué sentido tiene la vida cuando no tienes ánimos de vivirla?

Karma estaba vivo, pero no sentía que lo estuviera. Entonces se preguntó:

¿Qué es lo que hacía antes de haberse enamorado?

Molestar a otros demonios, a los mortales, prácticamente molestar a todo el que se le cruzase.

¿Y con qué ánimos lo haría ahora?

Con ninguno, no hay ninguno.

¿Entonces? ¿Qué hará?

Morir. Sólo eso queda.

Desde entonces sólo provocaba a los demás demonios, dejándose golpear.

-Esto no es divertido. Al menos cambia esa asquerosa expresión.

Los demonios se aburrieron de él y aunque no terminaba muerto, sí quedaba muy herido.

Pero fue cuando provocó a un ángel que casi cumple con su deseo...

O lo seguiría siendo de no ser porque lo pudo ver.

A su amado. A su Nagisa.

Desde entonces sólo busca verlo, aún si eso significa llegar al punto de casi morir.

-Te extraño tanto.