Dios de la muerte.

Mi muerte.

"Te amo..."

Grité cuando ya no sentí mi cuerpo.

Después de eso abrí mis ojos, o eso creí.

Todo estaba oscuro.

-¿Qué es esto?

Pregunté esperando que alguien me respondiera.

- ¿Sigo vivo?

En realidad no lo sabía.

Apareció una luz muy tenue.

Intenté agarrarla, pero sólo logró iluminar un poco mi mano.

Era muy extraño este lugar.

- ¿En dónde estaré?

Me pregunté a mí mismo.

- Que buena pregunta, pequeño.

Reprimí un grito de miedo al escuchar la voz de ¿Un hombre?

Entonces ¿No estaba solo? Tal vez él sabría algo.

-¿Quién eres?

Pregunté.

- Eso no es lo importante aquí.

Escuché unos pasos acercarse, a lo que me encogí un poco.

-¿Podrías decirme en dónde estamos?

- Sí y no.

Que incómodo. Pensé.

- ¿Puedes explicarte?

- Veamos... Estamos en varios lugares y al mismo tiempo en ninguno.

- Pero... Estoy, estamos... ¿Vivos?

- No podrías estar más equivocado.

-¿Entonces estamos muertos?

-Me corrijo, sí pudiste estar más equivocado.

Aquella persona rió, mientras yo empezaba a desesperarme.

-¿Qué? ¿Por qué?

De pronto apareció una sonrisa un tanto perturbadora.

-Bueno, pequeño, deberíamos poder morir para estar vivos, pero nosotros no morimos. Nosotros somos la muerte.

Aquella sonrisa resplandeció aclarando todo lo que nos rodeaba.

Lo que me mostró la luz fue algo emocionante, triste y muy hermoso...

-¿Korosenai? ¿No puede ser sólo sensei?

-No pequeño, tienes que hablarme por mi nombre. Después de todo somos iguales.

-Pero sería muy irrespetuoso llamarlo así.

-¿Qué te parece Koro-sensei?

-¿Eh? Sí, me agrada. Muchas gracias Koro-sensei.

-No hay de qué pequeño Nagisa. Es hora de trabajar.

-¡Sí!

Aquella sonrisa que apareció en la oscuridad resultó ser de un hombre tranquilo y atractivo.

Desde entonces él me ha enseñado todo lo que debemos hacer. Además calma el sentimiento de soledad que me invade desde que desaparecí.