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Omnisciente

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Omnisciente

Leonardo Da Vinci dijo una vez "La cegadora ignorancia nos confunde. ¡Oh, miserables mortales, abrid los ojos!

Melissa no dejaba de preguntarse en qué situación lo había dicho, según había leído, era sobre el tema de todo lo que tiene que ver con la iglesia e historia de la biblia.

Quizá ese consejo le pueda ser de ayuda... Pero.... ¿Y si no podía? ¿Y si quedaba ciega para siempre?

La mayoría de las veces, la chica sentía que desencajaba, que no pertenecía a ningún lugar, por eso, nunca tuvo amigos muy cercanos, desde muy pequeña se había instruido lo suficiente para detectar cuales eran las personas de las que debía alejarse.

Lastima que fueron todas.

Deseaba que todos entiendan su punto de vista, que reflexionen, que las veces que ella daba consejos, que lo tomen en cuenta y que no la hagan perder el tiempo en los estupidos dramas de amorío de sus conocidos.

Necesitaba que la entiendan, que piensen lo que decía, que no la dejen sola, que al final, no la desprecien por pensar más todo.

Aunque de alguna manera le causaba algún tipo de placer al decirle "tenías razón".

Le causaba gracia que después sus "amigos" vengan con la cola entre las patas y las orejas caídas, arrepentidos por despreciar a la chica.

Ella perdonaba, pero nunca, jamás, olvidaba.

Melissa era estratégica, era inteligente, hasta se consideraba alguien algo sabia.

Y no, la sabiduría no es lo mismo que la inteligencia. Podrías ser un Einstein Jr, pero ser un idiota, eso no es sabiduría, es tan solo inteligencia.

Sola, así se sentía Melissa, pero a veces le gustaba, la soledad era su amiga, era tiempo para ella, ya sea para llorar, o para terminar hablando sola como lo hacía siempre.

Se sentía la oveja negra del rebaño de idiotas.

Recordaba con gran claridad, había una profesora que había dicho un comentario que no fue del agrado de Melissa, la dicha se molestó y enfrentó al adulto.

Aparte de ganarse una detención, se habia ganado una reseta para ir al psicologo.

—¿Hay algo que podamos hacer? — Preguntó con intriga la chica.

—¿Has visto alguna vez la patente de su auto? — Dijo su cuñado.

La chica negó con su cabeza y suspiró frustrada.

Dante la tomó de la mano.

—Ya encontraremos una solución — Dijo Dante con una sonrisa tranquilizadora.

Tristano arqueó una ceja.

—Así que..... ¿Cuñada? — La chica se sonrojó fuertemente.

—Si — Respondió rápido Dante.

| 𝑭𝑳𝑰𝑮𝑯𝑻  8 | 𝑨𝒊𝒅𝒂𝒏 𝑮𝒂𝒍𝒍𝒂𝒈𝒉𝒆𝒓 • 𝑫𝒂𝒏𝒕𝒆 𝑨𝒍𝒃𝒊𝒅𝒐𝒏𝒆 Where stories live. Discover now