𝟐 | 𝐀𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐝𝐞𝐬𝐟𝐢𝐥𝐞.

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Recuerdo la primera vez que me llamaste Athie, dijiste que debíamos tener un apodo que sólo el otro podría utilizar, dijiste que era algo de mejores amigos

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Recuerdo la primera vez que me llamaste Athie, dijiste que debíamos tener un apodo que sólo el otro podría utilizar, dijiste que era algo de mejores amigos.

ATHENEA DIÓ OTRA VUELTA EN LA CAMA, sin embargo cayó al suelo, no se había percatado de lo cerca de la orilla que se encontraba.

Suspiró, no había podido dormir y apenas eran las cuatro de la mañana y se suponía que debía levantarse a las siete, ya se imaginaba que debía tener grandes ojeras y que necesitaría bastante maquillaje para cubrirlas.

Cada vez que Athenea cerraba los ojos se veía a sí misma, cubierta de sangre en la arena, ni siquiera era suya, sino de otro tributo. Veía a su hermana muriendo, y ella sin poder hacer nada. Veía a su compañero de distrito, su amigo, muriendo en sus brazos mientras ella lloraba, cantaba y le pedía que se quedara.

Se le hizo un nudo en la garganta y decidió que lo mejor era irse a preparar un té. ¿Irónico? Sí, dado a que los que deberían estar nerviosos deberían ser sus tributos y no ella.

El sonido del pichel anunciando que el agua ya estaba caliente la saca de su trance. Pone el agua en una taza y espera a que el té se disuelva, luego le agrega dos cucharadas de azúcar que en su opinión era lo que le daba sabor.

El sonido del ascensor abriéndose la toma desprevenida, era demasiado tarde como para que alguien entre, tomó un cuchillo y se giró, no lo lanzó de inmediato porque sabía que podía ser cualquier otra persona.

―Siempre queriendo clavarme un cuchillo, sirenita roja. ―y ahí está, el apodo que le puso el Capitolio, sirena por su distrito y vestimenta, y roja por todas las personas que mató.

Finnick le sonríe divertido.

―Me arrepiento de no haberte clavado el cuchillo en el pecho. ―responde, dejando el cuchillo de lado.

―Eso es ilegal.

―No, es ilegal si fuéramos nosotros los que van a los juegos pero como no es así... ―él niega divertido.

―Nunca cambias, Athenea.

Nos quedamos en silencio, que para su gusto era demasiado incómodo.

―Lo siento. ―murmura, tan bajo que la chica apenas lo pudo oír.

― ¿Qué? ―pregunta, sí, lo había escuchado pero no estaba segura de si eso era lo que había dicho.

― ¡Lo siento! ―exclama―. No debí llamarte de esa manera, no después de... ―deja la oración en el aire, sin embargo ella sabe perfectamente lo que quiere decir.

𝐂𝐡𝐚𝐫𝐦𝐢𝐧𝐠.¹ || »𝐅𝐢𝐧𝐧𝐢𝐜𝐤 𝐎𝐝𝐚𝐢𝐫.«Where stories live. Discover now