Capítulo 7: Las águilas también son astutas

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Capítulo siete: Las águilas también son astutas.

Si Remus tuviese que describir a Sirius en una palabra, esa sería espontáneo. Claro que, también habían muchas otras para catalogarlo, pero en ese minuto era la que más le quedaba. Solo a Sirius le daban ganas de salir a volar a las seis de la mañana, cuando ni en temporada de clases es posible despertarlo tan temprano.

Los dos Gryffindor, repentinamente, están persiguiéndose sobre la escoba o atravesando los aros del campo de quidditch bajo un manto anaranjado y violeta que proyecta el sol antes de asomarse por completo.

Sirius siempre ha sido impredecible, y Remus no ha conocido a nadie tan impulsivo como a él. A veces le gustaría que pudiese filtrar sus palabras antes de sólo decirlas, o que pensara un poquito más antes de actuar, pero en situaciones así, nada le fascina más de él que su espontaneidad.

Se da cuenta de que le encanta volar a esa hora con él, porque sonríe como si no hubiese nada más hermoso que pasar el rato volando, juntos. Divertido, con el cabello cubriéndole la cara de vez en cuando, baja hasta el lago y con esa agilidad innata que tiene para volar, se inclina sobre la escoba y estira un brazo para alcanzar a rozar el agua con la punta de los dedos. Vuelan hacia las torres y cuando están a cierta altura, Sirius se detiene y apunta con el índice hacia la casa de los gritos. Le dice que se ve muy poco aterradora a esa hora de la mañana y luego de reflexionar un instante, dice que la verdad esa casa no es aterradora ni cuando el hombre lobo se transforma ahí dentro. Remus le cuenta que ha oído que a veces es demasiado paciente ese hombre lobo como para morder a pobres perritos que andan merodeando por ahí. Sirius, ofendido, hace ademán de derribarlo pero cuando Remus tambalea, Sirius lo aferra y Remus sabe que, a metros del suelo, está a salvo.

Cuando vuelven a poner los pies sobre el césped, el sol está alto en el cielo y a los dos le suenan las tripas por el hambre.

—Ya era hora, Lunático, que aprendieras a volar decentemente. -dice mientras caminan de vuelta al castillo.

—Planeo entrar al equipo el año que viene -bromea.

—Si, eres justo lo que nos falta para derrotar a los otros equipos.

Remus ríe y Sirius le empuja el hombro.

A lo lejos, desde la lechucería, Adley frunce el ceño cuando ve a Sirius pasar un brazo sobre los hombros de Remus, y siente un pinchazo al ver como Lupin mira a Black, con una sonrisa en el rostro como si no hubiese nada mejor en el mundo que estar con ese infeliz.

***

—James, tenías razón –el pelinegro se sobresalta cuando Sirius aparece de un salto a su lado.

—¿De a dónde has salido? –le pregunta, con el corazón a mil por hora debido al susto.

—Venía bajando las escaleras tras de ti.

James se recompone y sus ojos se detienen en su amigo.

—Vale ¿Qué has dicho?

—Que tenías razón. –repite.

—¿Cómo?

—Que tenías ra... ¿Me estás jodiendo no es así? –levanta una ceja.

James se larga a reír y asiente.

—Me alegra que te hayas dado cuenta de que tengo razón –se mete las manos a los bolsillos de la túnica y levanta la barbilla, orgulloso, esperando a que Sirius continuase pero no dice nada más. No le queda más opción que volver a mirarlo —¿En qué tuve razón?

Su pregunta le hace ganar un suave golpe en la cabeza. James frunce el ceño y empuja a Sirius con su hombro y así forcejean hasta que llegan al pie de las escaleras.

Be my date | WolfstarWhere stories live. Discover now