soixante deux

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R E A L  L I F E:

Un hábito que Thalía no sabía que tenía era que solía mover la pierna derecha descontroladamente cuando estaba nerviosa y nunca se había dado cuenta hasta ese día a las tres de la tarde, después de haber llamado a su novio pidiéndole que fuera a su casa para así poder explicarle todo una vez. 

Estaba a punto de contarle algo que no sabía nadie más que Gadea y eso producía que su corazón estuviera a mil por hora y que sus manos estuvieran sudando de una manera asquerosa para ella. Estaba tan mal que ni siquiera se había maquillado o arreglado para ver a su novio, aunque siempre quería verse bien para él hoy no tenía los ánimos para dedicarse un poco a ella. Lo único que tenía en la cabeza era que tenía que verbalizar nuevamente lo que tanto le costó contar una vez. 

El timbre de la puerta le avisó la llegada del chico a su casa y sintió como si su corazón hubiera dejado de latir por unos segundos, el arrepentimiento estaba llegando a su cabeza. Ignorando estas ideas fue a abrirle la puerta. 

—Hola.— le dijo al verlo ahí tras la puerta. 

—Hola hermosa.— respondió algo inseguro, aunque se imaginaba de qué era lo que quería hablarle su novia no sabía qué era con exactitud y eso le había tenido increíblemente ansioso todo el camino desde su casa a la de ella. 

—Pasa.— le dijo guiándole hacia el sillón blanco de su salón, él chico se sentó donde le indicó sin poder dejar de mover la pierna.

Ambos tenían el mismo tic nervioso.

—Y bueno ¿Cómo estás?— intentó romper el hielo el chico, sin embargo Thalía no se sentía con ganas de fingir que todo estaba bien. 

—Cory, tengo que contarte algo.— soltó mientras sentía el nudo en su pecho cada vez más.

El chico empezó a imaginarse cosas terribles a penas ella pronunció esas palabras.

—Dime.— le pidió suavemente. 

—Es sobre lo que te dije medio dormida el día de la fiesta en tu casa. 

Cory asintió demostrándole que lo recordaba perfectamente. Él también se encontraba muy nervioso y además, estaba más preocupado que nunca por su novia; la había visto muy pocas veces tan seria, tan trastornada. Ni cuando discutían la chica se veía tan terrible, parecía que se rompería en cualquier momento. 

—Tengo que contarte algo que solo Gadea sabe de mí, ni siquiera lo he logrado hablar con mi madre porque es algo tan horrible de recordar que siempre he preferido no hacerlo. 

Cada vez que Thalía recordaba lo sucedido, una sensación de disgusto y asco aparecía, se comenzaba a sentir hasta enferma físicamente cuando lo recordaba. Y esas sensaciones no desaparecían ni hasta el día de hoy. 

—Sabes que puedes contarme lo que quieras siempre que estés lista.— dijo el chico tomándole la mano.— Si te hace sentir mal no es necesario que me lo digas.

—No.— le contradijo.— Quiero decírtelo, creo que me hará bien contárselo a otra persona, y confío más en ti que en cualquier otro.

—Está bien.— asintió acomodándose.— Te escucho. 

—Hace dos años, cuando aún ni te conocía, una ex amiga me invitó a una fiesta en su casa; me dijo que no quería estar sola porque estarían también los amigos de su hermano así que fui con ella.— comenzó diciendo, sus manos sudaban tanto que ya dudaba si le quedaba algo de agua en el cuerpo.— La cosa es que fui y comenzó todo normal, bebimos y yo me emborraché más de lo que yo hubiera querido. 

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