↬ 2

331 35 171
                                    

Laia

Me quedé esperando en el aeropuerto, literalmente todo el puto día, y el tal Lucas nunca llegó. Así que decidí irme, la gente me veía raro, y los que trabajan allí también, no iba a hacer la niña que no conoce a nadie y de la cual se olvidaron, que vergüenza.

Nadie te conoce igual.

Sí bueno, fue estúpido, pero ahora no sé cómo regresar. Solo sigo caminando de frente. Y ya se hizo de noche, tengo miedo, estoy sola, en un país que no conozco, sin casa, sin dinero, literalmente sin nada y con mucha hambre.

Veo una cafetería que según está abierta las veinticuatro horas, puedo pedir un vaso de agua, no creo que cobren por.

Entro a la cafetería, y me asusto por la campanita, la típica que suena cuando entras a estos lugares. Busco una mesa, de preferencia que tenga los asientos acolchados, iba a estar sentada un buen tiempo, no quiero que me duela la cola. En fin, me siento en uno de esos y después de algunos segundos vienen a tomar mi orden.

— Buenas Madrugadas, ¿Lista para ordenar?- me pregunta un chico. Lo sé por la voz, no quiero mirarlo, iba a pedir un vaso de agua, que vergüenza, ya sé, muchas vergüenzas hoy.

— Hm, aún... Aún no.- digo sin mirarlo y este se va.

Hago creer que estoy leyendo la carta, pero en realidad estoy pensando en porqué carajos me tuve que salir del aeropuerto.

Por tonta.

Cállate, no tengo ánimos para pelear, tengo mucho sueño.

— Señorita, ¿Qué desea ordenar?- pregunta el mismo chico y ahora sí estoy dispuesta a verlo a los ojos.

Subo mi mirada, y me encuentro con una figura bastante alta, quizá y la más alta de todo Sydney o, sin exagerar, de todo Australia. Cara de niño bonito, cabello rubio, ojos verdes, mierda, ¿Por qué es mesero? Tiene todas las características de un típico bebé de mamá.

— ¿Señorita?- repite sacándome de mis pensamientos.

— Hm, sí, quiero... Un vaso de agua, gracias.- sonrio antes de que me diga algo.

— Por reglas del local no puede pedir solo eso.- dice con ¿Lastima?

— Uhm, okey, perdón, pero es que no tengo dinero y... Tampoco soy de aqui, por favor, no quiero salir, tengo miedo.- le susurro.

— Café y Pie de Manzana, ¿Algo más?- habla fuerte, y me guiña el ojo.

— No, no, no puedo pagarlo.- susurro viéndolo confundida.

— Lo sé, sígueme el juego, yo invito.- sonríe, que bonita sonrisa.

— En serio, muchas gracias.- le digo y el se va a seguir con su trabajo.

¿Te diste cuenta de qué te va a dar café y pie? Te buscarás otro cuerpo para comer eso, porque acá no entra.

Mierda, es cierto. Lo tengo que comer igual, aunque no me guste en lo absoluto, quién sabe que con el hambre que tengo sepa al menos, un poco bien.

Mientras esperaba andaba jugando con mis dedos, ni siquiera traje mi celular, y por el aspecto que tengo parezco una vagabunda. Necesito encontrar un lugar donde vivir o al menos dónde asearme, o mejor aún un empleo como este, me podría quedar trabajando todo el día, y aunque no sé hacer nada, porque siempre lo tuve todo y no me dejaban coger si quiera una escoba, pero se puede aprender ¿No?

— Su pedido.- el mismo mesero deja las cosas en la mesa para que yo pueda empezar a comer. Y se retira no sin antes recibir un "gracias" de parte mía.

࿙ 𝑭𝒓𝒆𝒆 𝑻𝒊𝒎𝒆 ࿚Where stories live. Discover now