EL Caballero y su Fantasma

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Éste pequeño cuento esta dedicado a mi mejor amigo, a él se le atribuye lo siguiente.
Cosas que sirvieron de inspiración: Escaleras, el número 3 y la letra C.

Desde pequeño siempre fue autosuficiente, nadie le dijo como subir y bajar de un piso a otro. Tuvo que aprender solo que para llegar al siguiente escalón, hay que levantar un pie antes que el otro. Sin embargo descubrió que saltar, gatear y caminar hacia atrás era más divertido.

Algunas veces subió corriendo, otras lo intento sentado y cuando estaba realmente aburrido, subía por el barandal esquivando por completo las escaleras y su seguridad. ¿Pero a quien le importa? Nadie lo educó, nadie le dijo que no lo hiciera, él se crío solo, nadie le vendo el pie cuando se tropezó, ni nadie le reviso la cabeza cuando se revolcó hasta llegar abajo.

No necesitaba de nadie, porque nadie le había enseñado a necesitar ayuda, así que emprendió el viaje más largo, la escalinata más alta y el camino más peligros, completamente sólo.

Bueno, casi completamente sólo, porque en realidad si había “alguien” con él, y era precisamente un fantasma. Fue quien le mostró como se vendaba un pie, y le animó a levantarse del suelo cuando sentía mucho dolor por los golpes.

Y aún que no estaba completamente solo, su fantasma a veces lo dejaba subir sin su compañía, anhelando que pudiera entender que aún que se sintiera solo, tenía un medio compañero invisible que lo cuidaba, y que cuando los pies le fallaban, tenía un fantasma que lo consolaría cuando cayera.

Sin embargo siempre se sintió solo, con y sin fantasma, porque nunca sintió el calor de un abrazo, nunca llegaron a sus oídos bellas palabras, y después de todo, su fantasma solo podía escribirle, pues no hablaba y además traspasaba objetos.

Pero como un fiel amigo el fantasma nunca se fue, aún que su caballero sintiera que ya no estaba, siempre subieron y bajaron juntos y cuando no lo hacían, el fantasma volaba veloz hacía su amigo cuando lo escuchaba flaquear.

Cuando el caballero decidió subir la montaña en busca de aventuras, el fantasma no intento detenerlo, mucho menos cuando vio que los días eran nublados y tristes, pues sabía que si su amo subía, encontraría lo que necesitaba para ser feliz.

El camino era muy peligroso pero el fantasma se sabía un atajo que si bien tenía más enemigos, había armaduras y una larga espada de dos filos que podía usar para defenderse.

Así que se encaminaron hacia las cuevas, prendieron una antorcha y cruzaron el túnel. Cuando el camino que seguían se dividía en dos, el fantasma le enseñó por donde seguir, evitaron a sus depredadores y llegando a las armaduras, antes de que los descubrieran hurtándolas.

Cuando el caballero estuvo armado hasta los dientes, se sintió tan confiado que no tuvo miedo en llamar a los lobos de la cueva, pues su armadura era impenetrable y su espada siempre afilada.

Atravesaba la carne de sus enemigos como si de mantequilla se tratase y ninguno de ellos pudo morder al caballero, porque su armadura lo protegía de todos los ataques.

Sintiéndose invencible salió de las cavernas con su fantasma de guía hasta que llegaron al bosque.
Allí, descansaron durante la obscura y gélida noche, pues los dos sabían que nadie los atacaría. La espada y la armadura que poseía el caballero, hacía temblar a todas las criaturas del bosque, y el fantasma espantaba hasta la más pobre alma de todas.

Desde ese día, habían firmado su sentencia a la soledad, pues nadie, ni vivos ni muertos querrían siquiera enfrentarse al caballero y su fantasma, aún los inocentes y débiles se apartarían de su camino temerosos de aquella espada que atravesaba el corazón.

Sin embargo el fantasma temía por su amo, pues sabía que aquella armadura lo encerraría en si mismo como en una cárcel y con cada paso que diera, se sentiría más y más solo, hasta que su pobre espíritu muriera.

El caballero y su fantasma continuaron subiendo la montaña y nadie ni nada los detendría, ni pestes ni tormentas, pues estaban en busca de la felicidad que aquella aventura les prometía.

Pero cuando cuando iban a llegar a la mitad del viaje, la armadura del caballero pesaba el doble, apenas podía avanzar y llevaba arrastrando su espada de doble filo. El fantasma rogaba a su amo que se la quitase, pues el peso terminaría agotando todas sus fuerzas. Pero el caballero temía a lo que pudiera pasar sin su armadura, y siguió su camino, lento, pero firme.

Pasaron los años y el temor del fantasma se hizo realidad, el dolor de su amo era tan grande que no volvieron a emprender el viaje, el caballero nunca se quito su armadura y aún que ya no podía sostener su espada, nadie se detuvo a ayudarle, pues su fama no era buena y nadie se quedaba con el pobre hombre que una vez fue temido por todas las bestias.

Su fantasma nunca lo dejo, pero el hombre estaba solo, y con cada atardecer moría un pedazo de su ser. La armadura que llevaba consigo todo el tiempo, la misma que una vez lo protegió de todos los peligros, era ahora la misma que terminaría ahogando su espíritu. Encerrado en si mismo, el pobre hombre había perdido la oportunidad de ver y sentir lo que era ser feliz.

Y su fantasma, el se lo advirtió, todos y cada uno de los días que estuvieron juntos, nunca dejo de escribirle a su pobre caballero, que aquella armadura ya no le servía más, que ya era tiempo de quitársela, blandir su espada y seguir el camino.

Sin embargo, cuando el caballero hizo caso a las palabras de su fiel y único amigo, la armadura le pesaba tanto que no podía levantarla para quitársela. Entonces el fantasma fue en busca de ayuda, porque sabía muy bien que aún que su amigo siempre fue autosuficiente y solitario, necesitaba ayuda, y el siempre le ayudaría.

De entre todas las aldeas, el fantasma escogió una especifica, y de entre todos sus habitantes, fue por una en especial. Era una muchacha que había sido criada en un huerto de rosas, disfruto de tener gente siempre a su alrededor que se preocupaba y cuidaba de ella, sin embargo sufría de la misma enfermedad que el caballero, y aún peor, pues la muchacha, aún que no tenía armadura, se sentía tan sola como el pobre caballero.

Quizá por esa misma razón, el fantasma fue a buscarla a ella, porque si bien tenía débil el corazón, era bondadosa y su pobre alma quebrantada era la única que se atrevería a ayudar a un caballero con un espíritu moribundo.

Así fue como regresó el fantasma al lado de su amo, acompañado por una muchacha débil e inútil, pero que sin embargo, pieza por pieza se deshizo de la pesada armadura del caballero.

Temeroso pero decidido, el hombre volvió a tomar su espada y junto con su fantasma, retomó el viaje que había abandonado hacía tiempo, pero esta vez, tenía compañía, pues la joven triste y sola que le había ayudado, deseaba ver y sentir la felicidad que ellos buscaban y había decidido emprender el mismo viaje.

Fue así como todos en la montaña los conocieron, no era solo el caballero y su fantasma, ahora eran el fantasma y el caballero con su damisela.

Realmente no te puedo contar como fue cuando llegaron a la sima de la montaña, porque en realidad nunca lograron llegar, la damisela murió enferma y su caballero fue atravesado por los colmillos de un feroz lobo.

Sin embargo yo soy testigo de que hallaron la felicidad, porque yo los vi sonreír mientras viajaban, yo estuve con ellos, yo fui su guía, yo, era su fantasma.

Historias de Duendes y Esas CosasWhere stories live. Discover now