"Capítulo 7 Pequeños"

13 3 0
                                    

Pude sentir que al enanito que llevaba, estaba temblando. Deimus había entrado primero a la casa, yo no supe que hacer, pero él apareció nuevamente afuera, agarró al pequeñín y entramos.

Estábamos dentro, Sasha estaba moviéndose por toda la sala buscando algo.

—¡¿Dónde dejamos las hojas?! —preguntó gritando al aire.

—En algunos de los cajones, estoy segura —respondió Cielo buscando algo.

Observé en las escaleras a Groudum, no sabíamos que estaba ocurriendo. No pude ver a ninguno de los enanitos, fui a la sala donde están los sofás. Se encontraban allí.

No sabía qué hacer, me había quedado observándolos cuando Deimus por detrás me habló:

—Ayuda a las chicas, yo me encargaré de ellos.

Asentí y me paré detrás de ellas.

—¿Cómo puedo ayudar?

—Busca por los cajones unas hojas —me respondió Cielo mientras buscaba ella también.

Comencé a hacer aquello, busqué entre los cajones las hojas. No tardamos mucho, Sasha los había encontrado en un cajón de abajo.

Luego de aquello, quise sacarme la duda, no sabía que estaba ocurriendo.

—¿Alguien me explica que sucede?

—Cierto —y Cielo se dio la vuelta—, esos son brownies.

—¿Brown... que? —me confundió más aquello.

—Son enanos —y me tiró una mirada impacientada.

Cuando Cielo me estaba explicando, Sasha nos interrumpió.

—Luego te explicaremos, pero ahora vengan —se dirigió a la cocina.

Hicimos caso al pedido, ya en la cocina ella nos dio algunas indicaciones:

—Las hojas, pártanlas en pequeños pedazos.

—¿Qué harás con ellos? —agarré una.

—La bebida de Deimus, la que le dimos a Groudum. Eso ayudará a Jom y a Gourni.

Ellos eran hombrecillos, que como dijo Cielo, eran brownies.

Ya me era posible creer en la magia, en lo impensable. Pero aún no conocía nada, tuve un par de amigos que juraban haber visto duendes o cosas así. Pero nunca llegué a ver ninguno, así que jamás les creí.

Ahora estaba en la cocina, partiendo en pequeñas partes unas hojas, que si resultaba ayudaría a los pequeños "hombrecillos".

Los tres nos encontrábamos concentrados haciendo aquello, pero la voz de Eudam detrás de nosotros habló:

—Tengo a podadora, coloquen las hojas aquí. Y en unos segundos estarán.

Observé que había traído un objeto, parecía ser una licuadora.

—Coloquen las hojas ahí —hablaba Sasha muy apresurada— ¡¿Cuantas hojas colocamos?!— gritó al aire.

Yo estaba un poco asombrado, la comunicación por gritos aquí debía de ser muy común.

—Coloquen ¡diez! —respondió Deimus.

—Uno... dos... cuatro... siete... ¡diez! —contaba Sasha—, listo. Eudam, has lo tuyo —lo miró.

Parecía que estuviésemos en un hospital, cada uno tenía una misión. Mientras pasaba aquello, Eudam comenzó a susurrar algo y mover los dedos muy despacio.

Camelot y la Descendencia PerdidaWhere stories live. Discover now