Introducción: Ocho cartas

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Las sábanas de seda se enrollan al cuerpo desnudo que contienen debajo, en la cama europea de dos plazas. Las cortinas de terciopelo están abiertas y por los ventanales, altos hasta el techo, también alto, entran unos rayos débiles del sol, que está cubierto por las nubes. Unas mechas descuidadas de cabello rubio artificial se escapan de debajo de la almohada, que es sostenida sobre la cabeza del individuo por sus brazos tonificados. La mucama rehuye la mirada cuando ve sus omóplatos y hombros fuertes al aire, escapando del abrigo de las sábanas. El hijo de los señores Byun siempre duerme desnudo, pero nadie recordó informárselo en este su primer día. Justo ahora, en algún otro lugar de la casa, la ama de llaves se da cuenta que omitió aquel detalle. Y, como si el solo hecho de traer a la muchacha a sus pensamientos fuese un conjuro de magia, la nueva integrante del personal de servicio siente una repentina comezón en la nariz y no llega a cubrírsela antes de que un minúsculo y felino "chú" salga de su boca. Se queda estática en el lugar, observando el cuerpo inerte en la cama, hasta que la almohada del hijo de los patrones es revoleada a un costado.

—Jung, pensé que habíamos quedado claros hace cuatro años que me levanto cuando demonios quiera y no cuando tú me vengas a despertar —gruñe el muchacho, que, a pesar de ser joven, debe ser unos años más grande que ella.

—Lo lamento —exclama, haciendo una reverencia frente a él.

Baekhyun abre un ojo y mira al costado de la cama, donde la mucama se encuentra parada. No la reconoce. Puede ser nueva, puede que no, no le presta atención a los empleados de la mansión. Sabe que no es la vieja Jung y eso es suficiente. Es la única con la que trata de manera directa porque es como su segunda madre.

—¿Qué haces aquí? ¿No te advirtieron sobre mí? —pregunta con una mirada estrecha, tajante—. ¿O mi madre se está aprovechando de tu ingenuidad?

Nota a la chica tragar con dificultad. Está asustada. Tal como esperaba, sí le hablaron sobre él.

—No sé de qué habla —contesta ella mientras una gota de sudor se desliza desde su frente hacia abajo—. Solo recibí el correo y vi que estaba esto para usted. Quería dejarlo e irme. No era mi intención perturbarlo.

Baekhyun ahora tiene un interés renovado. ¿Hace cuánto no recibe correo? Está seguro de que su madre controla que nada llegue del exterior directo a sus manos, así que debe aprovechar el desliz de la novata. Se sienta en la cama con una ceja en alto, curioso por la naturaleza de ese correo. La sábana se resbala hacia abajo por su pecho y la mucama se cubre la vista con una mano. En la otra mano lleva un sobre.

—¿Qué es? —pregunta Baekhyun.

La chica tiende el correo hacia adelante y, cuando él roza sus dedos involuntariamente al tomarlo, aparta la mano como si la quemara su toque. El sobre es blanco, sin sello ni firma, excepto por un escueto "para Baekhyun". Se pregunta quién le enviaría una carta, si vive confinado ahí desde que sus padres lo declararon enfermo mental tras que él se negara a dedicarse a ninguna de las cosas que ellos deseaban para su futuro. Claro que ese es solo el diagnóstico que sus padres hicieron y que utilizaron como argumento para prohibirle la salida al mundo de nuevo. De las puertas para afuera, ser un enfermo mental está tan mal visto como ser un parásito, pero la ventaja de tenerlo encerrado como a una princesa en una torre es que pueden decir que se ha ido a estudiar a la ciudad, como corresponde.

Nadie sabe que aún vive ahí, además de la familia. Baekhyun no tiene ninguna aspiración, por eso tampoco pone resistencia. Intentó establecer contacto con el mundo exterior al principio, pero todos sus intentos fueron frustrados por su madre. Sin objetivos, tampoco tenía dónde ir si deseaba escaparse. Y allí estaba cómodo. Cómodo en su agonía.

A mis queridos amigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora