✵ Capítulo 29

159K 24.5K 36.7K
                                    


Hago cachitos la servilleta para después convertir estos en pequeñas bolitas. Estoy demasiado aburrido. Alzo mi vista en busca de la castaña y la atrapo robándose unos paquetitos de cátsup.

—Qué rata —le recrimino una vez que llega a mi lado.

—Hay privilegios. —Arrastra su bolso de tela y toma asiento.

Echo la cabeza a un lado.

—¿Robar cátsup es uno de ellos?

—Bien, para ti no hay cátsup. —Abre una de las pequeñas bolsas y le pone a su hamburguesa. Me dedico a observar cada uno de sus movimientos al mismo tiempo que me llevo una papa frita a la boca.

Tengo que resaltar algo. Es la primera persona que no le quita absolutamente nada, mantiene los pepinillos, las rodajas de tomate, la lechuga y cebolla. Siempre que vengo al local acompañado; terminan deshaciéndose de algo o escogiendo alguna hamburguesa que no contenga cierto ingrediente.

Algunos son un poco delicados con lo que se llevan a la boca.

Sue muerde un pedazo y alza su mirada, se queda quieta sin hacer otro movimiento. Por mi parte, me mantengo en la misma posición. Mirándole descaradamente. No me inmuto en redirigir mi vista lejos de la suya, al contrario, intensifico más mi acción.

Ella termina de dar su mordisco y aleja la hamburguesa de su boca, dejándola sobre la superficie. Se sonroja. Es la primera vez que la veo con un color rojizo en la cara, lo cual me sorprende viniendo de su parte.

—Ya detente —musita con la boca llena.

—¿De qué hablas? —Me hago el desentendido.

Traga con dificultad y relame sus labios.

—De hacer eso... mirarme. —Apoya su codo sobre la mesa y con esa misma mano se talla la frente.

—Oh, ya veo, ¿te incomoda? —insisto.

—Me molesta —corrige—. No me gusta que me miren mientras estoy comiendo.

—¿Por?

—Dios, ¡qué lacra eres! —chilla, dejándose caer de espaldas contra el respaldo del asiento.

—¿Lacra? —me río— Qué graciosa eres.

Doy un vistazo a nuestro alrededor, todo está tranquilo, hay poca gente en el lugar, las luces son brillantes. En la calle, los autos van y vienen, los semáforos, que se encuentran en la esquina, cambian de color indicando el tiempo de paso para los conductores, las personas caminan sobre la banqueta portando suéteres o chamarras, algunas llevan una sombrilla en la mano, quizá vieron las noticias del clima. Lloverá más tarde.

Me gusta. Es una bonita imagen de la ciudad.

—Entonces —inicio—, ¿cuál es el motivo de esta reunión tan íntima?

Sue sorbe un poco de su bebida.

—Pensé que sabías...

—¿Lo sé? —Enarco una ceja.

—Sí, Daniel.

Mis ojos se entrecierran y medito antes de hablar. Usó mi segundo nombre para dirigirse a mí. ¿Yo se lo he dicho? ¿O Aitor lo ha hecho?

«¿Por qué últimamente piensas mucho, Aidan?», mi subconsciente inquiere.

Ok. Esto de hablar conmigo mismo me comienza a perturbar. Suelo hacerlo, pero últimamente con frecuencia, es normal hasta cierto punto, sin embargo, deja de serlo cuando se crea una discusión en mi cabeza.

Si las personas fueran constelaciones [✔] | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora