Lucha libre.

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Sin saber por qué, le di un puñetazo. Su cuerpo voló por encima de la mesa, aterrizando con gran estruendo al otro lado, junto a la chimenea. Se levantó como un resorte, agarrando un tronco ardiendo y arremetió contra mí con la furia encendida de sus ocho años. Mi madre entró en su justo momento en el salón, portando una enorme fuente de patatas fritas y salchichas. ¡Chicos, a la mesa!, nos ordenó. Apagó la tele y tuvimos que dejar para otro día nuestra sesión diaria de lucha libre. Como venganza, mi hermano me soltó un capón sin que mi madre lo advirtiese. Entre risas, toda la comida transcurriría ya en paz.

VIII Edición de Relatos en CadenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora