Elvis ha dejado el edificio

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16 de agosto de 1977 15:28

Radio Observatorio de la Universidad de Ohio

Oficina de John Krauss

En el extremo opuesto del edificio, el doctor Krauss, director del observatorio, y su asistente, Bob Dixon, discutían acaloradamente sobre la necesidad de reemplazar a Johnny.

—¡Pero tiene un promedio casi perfecto y está a punto de recibirse! –insistía Krauss, mostrando la carpeta con la solicitud.

Dixon volvió a pasarse la mano por la frente en un intento por bajar el tono. Sabía que su jefe decía la verdad, pero que también odiaba las entrevistas y prefería evitarlas a toda costa.

—John, entiendo muy bien que el nivel académico es fundamental. En eso estamos de acuerdo. Sin embargo, el aspecto humano es igual de importante, y le recuerdo que Jerry ya dijo un par de veces que ese chico es un imitador barato del capitán Kirk, que sólo piensa en conquistar chicas.

Krauss estaba a punto de lanzarle la carpeta por la cabeza a su asistente, cuando desde el pasillo les llegó un estrépito de pasos y gritos, y vieron que Ehman entraba como una tromba.

—¡Eureka! –gritó con el poco aire que le quedaba y permaneció de pie, en la entrada, medio agachado, boqueando penosamente.

Krauss y Dixon lo miraron alarmados.

—¡Jerry, qué pasa! ¿Estás bien?

Ehman asintió, hizo el gesto de «tiempo» y, entre dos bocanadas profundas, repitió:

—...Eureka...

Los otros dos se miraron, extrañados. Pero de pronto comprendieron, y comenzaron a gritar al mismo tiempo:

—¡Encontraste algo!

—¿¡De dónde!?

—¿¡Cuándo!?

Ehman repitió el gesto de «tiempo», se enderezó y habló:

—...Una señal... treinta veces más fuerte... anoche...

¿¡Pero de dónde!?

—Latitud -17,86... longitud 11,21...

Krauss se calzó los anteojos para leer y tomó el atlas estelar que tenía siempre en el escritorio. Tras unos instantes que a sus protegidos les parecieron eternos, dijo:

—Cúmulo globular M51, al oeste de Sagitario–. Levantó la mirada, se quitó lo anteojos y agregó: —No hay nada ahí.

—¿Cómo nada? –preguntó Ehman.

—Lo que dije: nada.

—¿Está seguro? –insistió Dixon.

—Y, nada significa nada; no sé qué quieren que diga. Miren ustedes, si no me creen.

Les entregó el atlas. Mientras ellos observaban el mapa, continuó:

—Pudo haber sido cualquier cosa: una señal nuestra que rebotó en un planeta o un asteroide, o que viniera de un satélite...

Dixon lo interrumpió sin dejar de leer:

—Para el caso, también pudo haber sido un avión, un cohete, o cualquier otra cosa. Usted conoce bien las probabilidades.

—Tenés razón –admitió el director, dándole la espalda para mirar por la ventana–, pero es nuestro deber explorar todas las hipótesis para refutarlas. Jerry–agregó–, volvé al Big Ear y revisá el resto de la información. Prepará la computadora como estaba planeado. Veamos si vuelve a captar algo en esa zona. Mientras, Bob y yo nos quedaremos para evaluar todas las posibilidades.

Sin responder, Ehman salió a toda velocidad. En el apuro, no se dio cuenta de que dejaba atrás a Johnny, el estudiante, que lo había visto correr y, movido por la curiosidad, lo había seguido hasta la oficina y había escuchado todo detrás de la puerta.

16 de agosto de 1977 15:43

Radio Observatorio de la Universidad de Ohio

Cafetería

Había dicho que iba a tomar un café, pero en realidad quería usar el teléfono. Era la noticia más importante de la historia, y no entendía por qué a los tres investigadores no se les había pasado por la cabeza la idea de comunicársela a los medios. Por eso había decidido llamar a su ex novia, que había estudiado periodismo y ahora era movilera de la CNN.

—Hola, sí, con Sandy Jones, por favor. Soy Johnny, un ex compañero de college.

—Espere un momento, por favor.

Hubo una pausa, y la recepcionista volvió a hablar:

—Lo siento, pero la señorita Jones partió hace diez minutos en un móvil hacia Graceland.

—¿A Graceland? ¿Qué?

—¿No lo sabe? Acaban de anunciar la muerte de Elvis. ¿Señor? ¿Hola?

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